
Una muy antigua identificación.
“Marca”, en el campo, se denomina al signo que, estampado a fuego sobre el cuero del ganado durante la “yerra”, identifica a su propietario. Como es sabido, se graba con un hierro (el “hierro de marcar” o simplemente “marca”), que en un extremo tiene un cabo de madera, y en el otro el signo que, calentado al rojo, se aplicará generalmente sobre el cuarto trasero del animal.
En Buenos Aires, la primera marca para ganado equino -informa Diego Abad de Santillán- fue concedida por el Cabildo de esa ciudad en 1579, para el general Juan de Torres Navarrete; y para el vacuno, en 1590, se la acordó a don Pedro Bernal.
El naturalista francés Alcides d’Orbigny, al describir la yerra que presenció en 1827, apuntaba que “la marca tiene generalmente la inicial del propietario, ornada de florones destinados a diferenciarla de todas las que se le podrían asemejar”. Y agrega que, “en cada provincia, los pobladores de la campaña, cuya memoria está enriquecida por estos signos, los distinguen hasta de lejos con extraordinaria sagacidad”.
La antigua documentación tucumana conserva el dibujo de muchas marcas de ganado, en expedientes judiciales y en protocolos de escribanos. Los que ilustran esta nota, son del año 1695. Constan en un escrito donde el capitán Cristóbal Romano y el alférez Diego Romano, de San Miguel de Tucumán, declaran haber recibido del maestre de campo José Díaz de Casares, de Santiago del Estero, la cantidad de 2.026 mulas con “los yerros y marcas a fuego” dibujados en el margen del papel, compradas en Córdoba para destinarlas al potrero del maestre, llamado Tapia.