Con motivo de la Guerra de la Triple Alianza.
En 1865, como es conocido, estalló la Guerra del Paraguay. Todas las provincias debieron enviar soldados para engrosar el ejército. En su libro “La guerra del Paraguay”, Miguel Angel De Marco detalla las peripecias de la remesa.
El gobernador de Tucumán, José Posse, escribía al vicepresidente Marcos Paz reseñando las dificultades para el alistamiento de la Guardia Nacional local. Pensaba que la distancia era muy larga y que no llegarían a tiempo al teatro de operaciones. Además, no había carretas, los caballos eran escasos y caros, y la deserción sería inevitable.
El 21 de julio, Paz le contestó que el contingente debía marchar a pie,”como marcha la infantería en todo el mundo, como marcharon los argentinos hasta el Perú, pasando los Andes”. Subrayaba que “los argentinos de hoy son los mismos de entonces, y ahora como entonces han de marchar los tucumanos trescientas y más leguas”.
Añadía que “lo que parece a primera vista un inconveniente, la estación, es, por el contrario, una ventaja para la infantería, que no siente frío con las marchas duras; y por la noche, en la hora del descanso, ahí tienen en todo el tránsito abundante leña para contrarrestar el frío”.
Los guardias del Batallón “Tucumán” partieron el 8 de agosto, al mando del coronel José Segundo Roca, y llegaron al campamento el 31 de diciembre, no sin vencer muchos inconvenientes. Portaban una bandera que bordaron las damas tucumanas, encabezadas por doña Crisanta Garmendia de Helguera. Posse opinaba que “no habrá mejor en el Ejército”, que “este cuerpo tan lindo y tan bizarro, por la juventud y la talla de los soldados”.