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LA DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA. Óleo de Léonie Matthis, que se conserva en el Museo Histórico "Nicolás Avellaneda", donado por Miguel Alfredo Nougués. LA GACETA / ARCHIVO

El 9 de julio de 1816, narrado por Groussac.


En “El Congreso de Tucumán” (1912) narra Paul Groussac que, la semana anterior a la declaración de la Independencia, el Congreso se ocupó de elaborar una nota sobre las materias que debía tratar: eran un total de 17. Las encabezaba el “Manifiesto”, la Declaración de la Independencia y la discusión sobre la forma de gobierno.

“El martes 9 de julio hubo sesión ordinaria, en la que se dio lectura a la nota anterior y se puso término al largo debate sobre el sistema de votación, promovido por el diputado Anchorena”. Y “a las 2 de la tarde, el acto magno se inició”.

Escribe Groussac que de acuerdo a un “manuscrito de la familia Aráoz” del que lo anotició-junto con otros “toques de realidad”- su “ex discípulo y amigo” José R. Fierro, era “un día claro y hermoso”. Un “público numeroso, en que por primera vez se confundían ‘nobleza y plebe’, llenaba el salón y las galerías adyacentes”.

A moción del diputado por Jujuy, doctor Teodoro Sánchez de Bustamante, “se dio prioridad al ‘proyecto de deliberación sobre la libertad e independencia del país’. No hubo discusión. A la pregunta formulada en alta voz por el secretario Paso, ‘si querían que las Provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España’, los diputados contestaron con una sola aclamación, que se transmitió como repercutido trueno al público apiñado desde la galería y patio hasta la calle”.

“Después se tomó el voto individual, que resultó unánime, labrándose entretanto el acta inmortal, a la que sólo falta la firma del diputado Corro, ausente en comisión. No hubo ese día otra manifestación pública, dejándose para el día siguiente las fiestas anunciadas”.