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LA BATALLA DE TUCUMÁN. La medalla conmemorativa acuñada en oro, plata y cobre por la Casa de Moneda de Potosí, en 1813. LA GACETA / ARCHIVO.

Los conceptos de Arturo Capdevila en 1942.


“Meditación sobre el triunfo de Tucumán”, tituló el escritor Arturo Capdevila su nota en “La Prensa” de Buenos Aires, el 20 de septiembre de 1942. Tras hacer una descripción literaria de “esta muy extraña batalla” de 1812, decía que lo grande de la acción, “realmente histórica, reside en que ella fue una larga duda e indecisa resolución del destino”.

“Subió y declinó el sol de aquel día, sin que se conociera bien lo que había sucedido. ¿De quién la victoria? ¿Para quién la derrota? Entró la noche y los astros se pusieron pensativos. Es la pura verdad que el destino estuvo en dudas. Es como para asegurar realmente que la Virgen, en figura de constelación, siguió sopesando en el inmediato signo de la Balanza, las razones que nos acreditaban dignos del buscado lauro”.

“Veo así en esa noche la hora del juicio grande de los cielos sobre nosotros los argentinos. Al punto que únicamente el sol del día siguiente dejó conocer la verdad”. Los patriotas habían triunfado y los realistas se retiraban. “Era, para decirlo de una sola palabra, que la victoria, como por viva intercesión de la Señora de la Merced, se nos había otorgado como un don”.

Por lo demás, el triunfo fue para quienes tenían confianza en sí mismos y se fijaban un compromiso para el día siguiente. “Así se triunfa. Así –esperémoslo- volveremos a triunfar. Porque, en definitiva, la historia de cada pueblo es una sola y gran batalla, siempre indecisa, que se va ganando año tras año, a fuerza de fe; o que se pierde cuando el batallador pone en olvido el porqué de sus batallas y el para qué de sus victorias”.