Imagen destacada
LIBRO DE VIAJE. Portada de la primera edición, impresa en Londres en 1865, de la obra de Thomas J. Hutchinson. LA GACETA / ARCHIVO

Un viaje de Tucumán a Santiago, en 1862.


En 1862, el cónsul inglés en Rosario, Thomas J. Hutchinson, realizó una gira por el norte, en diligencia. Cuando viajaba de Tucumán a Santiago, narra que durmió en la posta de Pozuelos, ya en territorio santiagueño y a cuatro leguas de la línea divisoria.

“Mientras estábamos comiendo afuera nuestro asado, en unos pocos minutos que cesó la lluvia, nuestras dos velas fueron apagadas de golpe, por regulares ejércitos de vinchucas y mosquitos, que caían en nuestro aguado coñac de a veinte, y que generalmente se hacían asquerosas suicidándose de a cientos sobre nuestra carne”, cuenta en su libro.

“Esta fue la primera señal visible de que habíamos entrado en la provincia de Santiago. Se me ocurre, como un objeto que merece averiguarse, tanto como punto filosófico como entomológico, preguntar si estos reptiles-insectos tienen alguna ingerencia con la lengua quichua, o ésta con éstos: porque fuera de los límites de Santiago no he encontrado quichua ni vinchucas”.

A la mañana siguieron la marcha. Hutchinson montó a caballo, cansado de asistir, a cada rato, a la maniobra de desempantanar la diligencia. En Sotelillos, el río tenía “por lo menos 250 varas de ancho y una corriente muy rápida”. Lo atravesó en un bote, en tanto Esteban Rams, quien venía en otro carruaje, lo cruzó, junto con la diligencia, “sobre una plataforma formada por dos botes amarrados juntos”. Pasaron la noche en la posta de Tipiro. En el paraje de Deancito, se encontró un joven “con el brazo casi separado” por un tajo de cuchillo. “Con una aguja e hilo que me proporcionó la madre, le cosí la herida, que tenía como cuatro pulgadas de largo”, narra.