Avellaneda despidió a “Dominguito” y a Paz
Es sabido que en la Guerra del Paraguay murió la flor de la juventud argentina. Entre los caídos, estaban “Dominguito” Sarmiento, hijo del prócer, de 21 años, y Francisco Paz, hijo del tucumano Marcos Paz, de 20 años. Murieron en Curupaití, el 22 de septiembre de 1866. Le tocó a otro tucumano, Nicolás Avellaneda, despedir los restos de ambos en la Recoleta.
“Hemos removido ya muchas veces este suelo para confiarle despojos queridos”, dijo. “Sobre las viejas losas ¡cuántas inscripciones nuevas! Nuestra tarea fúnebre nos trae vencidos; y como en aquellos días de la tribulación tremenda, nos parece que va a desaparecer cuanto de noble y generoso alienta en la patria del argentino. Esta es siempre, Señor, vuestra tierra; y en ella, el mártir continúa fatigando al sepulturero”…
Decía Avellaneda que Francisco Paz “era la admiración de los jóvenes de su tiempo, por su valor superior a todos los peligros.” Y en cuanto a ‘Dominguito’ Sarmiento, “era una parte de nuestra vida, y lo habíamos asociado a nuestras más vivas esperanzas, creyéndolo prometido a todas las glorias. Se le había visto una vez, o escuchado su voz vibrante, y desde entonces no se desprendía ya de la memoria aquella aparición, y una curiosidad instintiva y un secreto anhelo del corazón se ligaban a sus pasos”.
“Los ojos se desviaban con pena de su fisonomía siempre velada por tristes sombras, y de esa su mirada vagorosa que parecía anhelante de bienes que aquí en la tierra no se encuentran. ¡Los encontrará en el cielo! El niño que sentía arder en sus venas la llama del héroe, ha muerto por la patria”. En carta posterior a Sarmiento, Avellaneda le dijo: “No hice un discurso sobre la tumba de Dominguito. Mi palabra fue una plegaria o un gemido; pero debía haber algo de verdadero o de conmovido en aquella nota de dolor”…