Imagen destacada
LA CASA DONDE NACIÓ ALBERDI. Reconstruida, con base documental, en una témpera acuarelada de Dante Rízzoli

Introducción al gran libro de Jorge M. Mayer.


Al monumental “Alberdi y su tiempo”, Jorge Mayer lo abre con una síntesis cuyos primeros párrafos merecen reproducirse.

“En 1810, la aldea de San Miguel de Tucumán se desperezaba sobre una loma empinada, rodeada de alegres campiñas. Enclavada a la orilla de los caminos del Alto Perú al Río de la Plata, era centro y remolino de las corrientes que partían de Lima, Buenos Aires y Copiapó”.

“Por sus verdes quebradas se habían arrojado los conquistadores que bajaban desde Portobelo hasta la Plata; retumbaba el aullido de las chusmas indias; pronto avanzarían los ejércitos de Ocampo y Belgrano, los tribunos de la revolución de Castelli y Monteagudo; se lanzarían en un vendaval de sangre, Facundo, el preclaro ejército de Lavalle y los escuadrones siniestros de Oribe”.

“Los comienzos belicosos de la comarca asoman en la madrugada de la conquista entre el rojizo estruendo de las batallas y encierran nítidamente los gérmenes de los futuros avatares. La egolatría y la indisciplina, la brutalidad y la perfidia, la rapacidad y la lujuria, el gobierno y el arcabuz como medios de fortuna, el desprecio por el trabajo, y, muy rara vez, en algún gobernante la capacidad y la devoción por el deber. Después de la conquista del Perú, Carlos V concedió a don Francisco Pizarro las tierras de la Nueva Castilla, y a don Diego de Almagro, las de Nueva Toledo. Pronto las dos banderías, estrechas en el desierto, disputaron por la posesión del Cuzco. Hernando Pizarro derrotó, el 5 de abril de 1538, a Diego de Almagro en la batalla de Salinas, y le dio muerte por el garrote”.

“Su hijo, Diego de Almagro, el Mozo, se levantó en Lima el 26 de julio de 1541 y acabó con Francisco Pizarro a cuchilladas. El enviado del Rey, Cristóbal Vaca de Castro, venció a su vez a Almagro el 16 de setiembre de 1542, en la batalla de Chupas, y lo hizo decapitar en la plaza del Cuzco. Precavido, despachó la gente de guerra `inquieta y peligrosa´ que quedaba ociosa en el destrozado imperio de los Incas, a nuevas empresas.”