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ERNESTO PADILLA. A la izquierda, junto al presidente Roque Sáenz Peña, entran en la Casa Histórica en julio de 1913.

En la semblanza del doctor Adolfo Piossek


Entre las semblanzas que se hicieron del ilustre tucumano Ernesto Padilla (1873-1951), una de las más certeras fue pronunciada por el doctor Adolfo Piossek (1886-1971). Consideró que “era Padilla una rara conjunción de valores difíciles de encontrar reunidos y estrechamente conectados. Estaban en su persona el orador fogoso o tranquilo, pero siempre elocuente; el político sutil de imaginación creadora; el hombre de Estado de visión realista, ejecutivo e idealista la vez; el gobernante práctico y razonador cuando las circunstancias lo exigían. A su extrema bondad, nunca desmentidas, unía una fuerza de voluntad y una tenacidad a toda prueba”.

A su modo de ver, la “acción culminante” de Padilla como gobernador de Tucumán, fue poner en marcha la Universidad que había proyectado Juan B. Terán: “no hay duda que una obra sólo existe desde su realización”. Afirmaba que “sin Padilla en el gobierno, y esto no puede negarse, la concepción de la Universidad tucumana no hubiera salido del proyecto. Y también es bueno agregar que sin Padilla en el gobierno (u otro que pensara de igual modo) quizá no hubiéramos tenido Universidad en esta capital. Todos conocen los cambios que sobrevinieron después, y cómo Tucumán perdió su gravitación en la política nacional y en esta región, la que se desplazó más al norte”.

Tuvo Padilla “la visión oportuna del estadista certero; la seguridad del gobernante que procede por convicciones maduradas, con la energía suficiente para llevarla a cabo de inmediato. La modesta, modestísima, creación provincial, adquirió desde el comienzo jerarquía de alta casa de estudios. Su prestigio personal, su fama bien lograda de legislador y de gobernante, la influencia y gravitación que su título le daban, atrajeron la atención del país en todo cuanto representaba inquietudes intelectuales”.