Los asuntos particulares y los importantes
El jueves 30 de mayo de 1816, no hubo sesión del Congreso. Sí la realizó el día antes, 29. En esa ocasión, el presidente informó que se había presentado un oficial sueco (se trataba de Jean Adam Graaner), con permiso de su monarca, buscando “servicio en América”. Se discutió si se le permitiría o no pasar al interior. Hubo argumentos en pro y en contra. Al final, se decidió otorgarle autorización para que, “acreditando la libertad con que el país admitía a los extranjeros, los atrajese a nuestro suelo”.
Luego el vicepresidente Gascón renovó una moción anterior. Sostenía la necesidad de “establecer un orden de asuntos o discusiones importantes, relativas a los objetos principales de la instalación del Congreso, sin embarazarse en negocios particulares que robaban el tiempo, pero que tampoco podían desatenderse absolutamente”.
Proponía formar una comisión que estableciera los asuntos principales, y otra que entendiese en los “asuntos particulares o de segundo orden”, eligiendo, entre ellos, los que debían elevarse al conocimiento y deliberación del cuerpo.
Para la primera comisión, se designó a a Gascón, Sánchez de Bustamante y Serrano. El diputado Darragueira estuvo en contra de la segunda comisión. Dijo que “distraería necesariamente al Congreso de sus principales funciones, y lo empañaría en un cúmulo inmenso de negocios intrincados y odiosos, e impertinentes al objeto principal del Soberano Congreso”.
Recordó que en la Asamblea de 1813, este criterio había motivado “el odio y desconcepto”. Todo esto suscitó un debate y, al final, quedó la resolución en suspenso, “por considerarse digna de meditación más detenida”, dice la crónica de “El Redactor”.