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DELFÍN VALLADARES. Como escribano de Gobierno, aparece a la izquierda, con la mano apoyada en la mesa. Al centro, hablando, el gobernador Juan Luis Nougués. la gaceta / archivo

La trayectoria de Delfín Valladares.


Delfín Valladares es una figura de las letras de Tucumán que merece rescatarse. Sobre su nombre ha caído un inexplicable olvido, sólo alterado en 1984 por una de las “Evocaciones” que Dardo Nofal le dedicó en LA GACETA. Sin embargo, durante su vida (nació el 16 de noviembre de 1886 y murió el 30 de mayo de 1948) tuvo amplia y justificada notoriedad como hombre de letras.

Entre los años diez y los cuarenta del siglo que pasó, los tucumanos admiraban sus poemarios editados en libro (“Lumbre auroral”, de 1911 y “Vendimias del ensueño”, de 1931), o publicados en diarios y revistas. También, “La heroína del Bracho” (1942), obra de teatro sobre aquella desgarradora peripecia de Agustina Palacio de Libarona, que tanta fama daría a Abelardo Arias muchos años después, con su novela “Polvo y espanto”, de 1971.

Activo miembro de la Sociedad Sarmiento desde adolescente, y animador de memorables veladas culturales, fue un apreciado funcionario de la Administración de Justicia, como secretario del Juzgado del Crimen y secretario de los Tribunales. Sus conocimientos lo llevaron luego a ser habilitado como escribano de registro, y posteriormente fue designado Escribano de Gobierno. Estaba casado con doña Aurora Frías, y uno de sus hijos fue la destacada investigadora y música Leda Valladares.

Este poeta tucumano -cuyo nombre completo era Delfín Cristóbal- merece que su obra sea conocida, y que algún día se reediten, tanto sus libros como los trabajos que recogió la prensa de la época, y los inéditos que dejó y que acaso conserven sus familiares.