Evocación de una ex alumna de la Normal.
En 1900, la Escuela Normal de Maestras de Tucumán funcionaba en el local que luego fue sede de la Municipalidad, en la actual calle San Martín esquina Maipú, donde está hoy la sucursal del Banco de la Nación.
Una de las alumnas de entonces, Tránsito Cañete de Rivas Jordán, evocó por escrito aquellos años. Para las chicas, la escuela era todo un paraíso. Pero, dice, “en ese paraíso, aunque nada venenosa, tuvimos nuestra serpiente: Lobo, el viejo portero, cuya paciencia admirable nos tentaba a ponerla a prueba”.
Nunca pudieron saber la edad de Lobo. “Nosotras creíamos que era viejo de nacimiento”, siempre “con la misma cara seria, sin afeitar, con el mismo aire mesurado, con el mismo traje negro que ponía una mancha oscura en las galerías”, cuenta doña Tránsito. Entraba en las aulas llevando tizas, mapas, aparatos y “hasta el horrible esqueleto de las clases de Historia Natural”. Sin duda, las alumnas debían constituir su pesadilla, “pero nunca alzó la voz para quejarse”.
Cierto día, supieron, con asombro, que Lobo se había casado. “Desde ese día, nos pareció menos huraño. Aceptó sonriendo nuestras felicitaciones y fue con nosotros, si cabe, paciente y bondadoso”. Era “parte integrante de la escuela, como si fuera un pedazo viviente de la pizarra, un fragmento vivo del globo terráqueo de las clases de Geografía, o como un enorme tintero dotado de movimiento”.
Cuenta doña Tránsito que lo dejaron al egresar de la escuela, y lo volvieron a ver, años después, cuando fueron llevando sus hijas. “Y en su puesto, firme como un soldado, le halló también la muerte”.