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DE CÓRDOBA ANTIGUA. La casa de dos plantas del virrey Rafael de Sobremonte, actual monumento nacional y museo.

Urgencia de calmar la convulsión de Córdoba.


No celebró sesión el Soberano Congreso el 29 de septiembre de 1816. Algo que preocupaba profundamente, tanto a esa corporación como al Directorio, eran los acontecimientos de Córdoba, cuyas noticias llegaban a Tucumán con el atraso derivado de la distancia.

Aquella ciudad se hallaba en estado de trastorno. Como se recordará, el 14 de septiembre el Congreso había nombrado gobernador a Ambrosio Funes, en reemplazo de José Javier Díaz. Este se había negado a entregarle el mando y se dispuso a someter al amotinado Juan Pablo Bulnes, quien lo derrotó. Funes recién pudo asumir el gobierno, que le entregó el Cabildo, el 23 de septiembre.

Se pensaba que esto aquietaría al revoltoso Bulnes, ya que Funes era su suegro, pero no ocurriría así. La gravedad del asunto estribaba en que Bulnes era un fiel partidario de José Gervasio Artigas. Mientras estuviera en actitud bélica en Córdoba, existía el peligro de que se conectase con las fuerzas del jefe oriental -que dominaba Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes- y que se pusieran de acuerdo, también, con los autonomistas de La Rioja y de Santiago del Estero.

Escribe Mitre que una convulsión de tal índole dejaría aislados los ejércitos de Belgrano y de San Martín, en momentos en que los realistas amenazaban a Salta y los portugueses invadían la Banda Oriental. En ese cuadro, el Congreso hubiera quedado “desautorizado y degradado” y acaso se habría disuelto, abandonando sus puestos los diputados que rechazaban la conducción central. Mirado así, el problema de Córdoba no tenía nada de pequeño y resultaba urgente solucionarlo.