Sarmiento, de paso a Rosario de la Frontera.
Un artículo de Eugenio Carte de 1969, transcribe párrafos de las crónicas de su viaje de Buenos Aires a Rosario de la Frontera, que Domingo Faustino Sarmiento redactó y envió a “El Censor”, en junio de 1886. Interesan los trozos relativos a Tucumán, donde se detiene unos días. Narra que, al tocar el tren el suelo de nuestra provincia, veía “levantarse el sol entre naranjales tachonados de botones de oro bruñido, casillas que no se recomiendan por su arquitectura, y manchas de paja tupida: anuncian que se entra en el afortunado país de la caña de azúcar, en la venturosa época de la zafra”.
Pronto están a su vista “la doble chimenea del ingenio de San Pablo, la de San Felipe, de Lules, y las leguas que en cuadrilongos ocupan los cañaverales, con las gigantescas y gloriosas columnas miliares que se levantan a largas distancias, pero en todas direcciones, indicando cien ingenios de azúcar, con su penacho de humo que revela el movimiento de las máquinas dando vida y animación a todo el valle de Tucumán”.
Afirma que el viajero llega a “la ciudad ilustre, cuna de nuestra independencia, como fascinado por el espectáculo de que aquella vasta campiña que limitan al oeste una serie de montañas escalonadas hasta las cumbres de Tafi, y en cuyas primeras líneas y sus intermedios crecen aquellos bosques que la literatura ha hecho legendarios por su belleza”.
Pasea por la ciudad. Va al mercado. Comenta: “La Normandía saca huevos para Londres, que consume 200 millones al año. A Buenos Aires se traen de Italia, Montevideo y el Paraguay. En Tucumán vale hoy cuatro centavos un huevo de gallina. Si lo supieran los gallos de otras partes. Pero los gallos de aquí no entienden de chicas”. En casa de unos amigos, pide el manjar que ambicionaba, la mazamorra. En Tucumán, se la preparan “con miel de caña, que es la que constituye el refinamiento colonial del Perú y los países tropicales”…