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NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED. Acaso la más antigua fotografía de la imagen, tomada por Ángel Paganelli en la segunda mitad del siglo XIX. LA GACETA / ARCHIVO

Un templo en el lugar de la batalla.


Un dato poco conocido de la gratitud del general Manuel Belgrano, en Tucumán, respecto de Nuestra Señora de la Merced, lo constituye su intención de levantar un templo en el mismo sitio donde se libró la batalla del 24 de setiembre, que llamaba “Campo del Honor”.

El 25 de abril de 1813, fray José Pizarro, prior del convento de Santo Domingo, informaba desde Tucumán al Provincial fray Julián Perdriel que por disposición de Belgrano, el curato de la ciudad se había dividido en dos partes. Pero en la nueva disposición, Santo Domingo estaba en la parte nueva, y no tenía párroco.

Belgrano, seguía Pizarro, “me ha escrito una carta muy afectiva, suplicándome por el amor que le han tenido y tienen los que visten el sagrado hábito de N. P. Santo Domingo, que le franquee al doctor Don Miguel Aráoz, por su patriotismo y grandes servicios hechos a la patria, la iglesia con todos los utensilios necesarios”.

Esto, “hasta que esté en actitud de poder cumplir su promesa de fabricar un templo dedicado a Nuestra Señora de Mercedes en el Campo del Honor, para que sirva de trofeo y perpetuo recuerdo de la victoria conseguida en este lugar por la intercesión de Nuestra Señora, y al mismo tiempo de parroquia al curato nuevamente erigido”.

Fray Jacinto Carrasco, quien publicó esta carta en “El Diario del Norte” en 1911, expresa que se creó el curato, y que fue Aráoz su primer párroco. Pero muy pronto sobrevinieron dificultades de administración entre el cura y el prior Pizarro, que dieron lugar a un largo pleito. Pero esa viene a ser otra historia.