Fue el segundo presidente que llegó a esta ciudad, en noviembre de 1883. En sus últimos años tenía el propósito de volver.
En la actualidad, los presidentes de la República visitan Tucumán todos los años, con motivo de las fiestas julias. No siempre fue así. Los primeros presidentes constitucionales (Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre) nunca estuvieron en la provincia, y Domingo Faustino Sarmiento la conoció después de su mandato. Como se sabe, fue Nicolás Avellaneda el magistrado en ejercicio que llegó por primera vez a Tucumán, en 1876.
No es muy conocida la segunda y breve visita presidencial, que concretó en 1883 el general Julio Argentino Roca. Arribó a su ciudad natal el 8 de noviembre, en el tren de la mañana. Desde el día anterior, los presos de la Cárcel -con atenta vigilancia cerca- se ocupaban de barrer la plaza Independencia y, en la estación ferroviaria, los decoradores se afanaban por hermosearla con farolitos de papel.
La llegada
A las seis de la mañana, el gobernador, doctor Benjamín Paz, con sus ministros y unas treinta personas de comitiva, subieron a un tren expreso que partió para adelantarse y dar la bienvenida al presidente. Los escoltaba el piquete de la gendarmería local. Roca ya venía recibiendo muestras de aprecio en el trayecto. Según la crónica, la estación de Simoca se había engalanado con profusión de banderas y de flores, además de coronas multicolores ornamentadas con las iniciales del visitante. En San Felipe fue el encuentro con las autoridades provinciales y, ya juntos, presidente y gobernador arribaron a la estación de Tucumán, a eso de las ocho de la mañana.
La comitiva de Roca estaba formada por su hermano Ataliva; el jefe de Policía de la Capital, Marcos Paz (h); Gregorio Soler, el coronel José Octavio Olascoaga, el diputado nacional Nicolás Calvo, el secretario Manuel Marcos Zorrilla, Luis Rossi; el edecán presidencial, teniente coronel Artemio Gramajo; Juan Antonio Cascallares, el gerente del Ferrocarril del Oeste, Miguel Tedín; el jefe del Departamento Nacional de Ingenieros, Guillermo White; el gobernador interino de Jujuy, José Eugenio Tello y el coronel Remigio Gil con soldados de su regimiento.
Crítica opositora
En el séquito de periodistas, revistaban Edward T. Mulhall, redactor de “The Standard”; Carlos Monsalve, de “El Diario” y Mariano Olivares, de “La Tribuna Nacional”. A la prensa local, la representaba Zenón J. Santillán. Como puede advertirse, no había ningún ministro del gabinete nacional y sólo un gobernador -interino- de provincia.
El diario tucumano “La Razón”, feroz opositor de Roca (a quien llamaba “federal” por oposición a “liberal”) hacía una ponzoñosa crónica de la recepción. Decía que, desde la estación al centro de la ciudad, Roca fue llevado en “coche de alquiler”, el “más sucio y desvencijado” de los disponibles. Agregaba que “todo fue frío y mezquino, en aquel acto que debió ser soberbio y espléndido, porque faltando de allí el Partido Liberal, faltaba a la manifestación la sinceridad, que es cuerda vibrante que da tono y acentúa las acciones de los hombres”.
Siete días
Después de los saludos, el presidente debe haber concurrido al Cabildo, sede del gobierno por entonces, puesto que “La Razón” expresa que recién después de las 10 se ubicó en su alojamiento, en casa de don Vicente Gallo. “En cuanto se disipó la nube federal que envolvió al presidente en la estación a las 8 de la mañana y no lo abandonó sino a las 10 en la casa de Gallo donde se halla hospedado, estuvo el Tucumán decente a darle la bienvenida: estuvo debidamente representado el Tucumán ilustrado, el Tucumán culto, el Tucumán de fortuna y de responsabilidad…”
Roca permaneció siete días en Tucumán. En el programa de festejos se destacaba su visita al ingenio Esperanza, propiedad de don Wenceslao Posse y una de las fábricas azucareras más importantes de la provincia en ese momento. Hizo los honores de la casa don Ataliva Posse, ya que don Wenceslao se hallaba en Buenos Aires.
En el Esperanza
Ofreció a Roca y comitiva, dice el diario, “un soberbio banquete que, llevando título de almuerzo campestre, revistió todos los caracteres de una gran fiesta, dando todo un día de solaz al jefe de Estado y ofreciéndole la oportunidad (bien aprovechada por cierto) de estudiar en 24 horas… lo que, con los libros de la materia, no hubiese aprendido en dos años”. Se refería a que, a pesar de no ser época de zafra, las máquina de Esperanza se pusieron en marcha en honor del presidente, mostrándole ”el sistema de elaborar azúcar y destilar aguardiente”.
El domingo 11, la habitual concurrencia a la retreta de la plaza Independencia se encontró con el agradable contrapunto planteado entre la Banda de Música de la Provincia y la del Regimiento 2 de Artillería, al mando del coronel Gil. Sabemos que el miércoles 14, muy temprano, el general Roca concurrió al templo de Santo Domingo, donde departió largo rato con los frailes.
También realizó una visita a la flamante Sociedad Sarmiento. Refiere José R. Fierro que Roca “cómo tucumano, había enviado un lote de libros” a la institución, y que “como presidente, había pedido al Congreso un subsidio de 1.000 pesos” para ella.
En el Club Social
El Club Social ofreció un baile de agasajo al presidente, en su sede entonces ubicada en la actual esquina San Martín y Laprida. Se habían fijado las 7 de la tarde como hora de comienzo y, en punto, arribaron Roca y su comitiva al salón. En este, “los tules, las flores, las luces y los escudos y demás adornos caprichosos que los artífices habían sabido combinar con exquisito gusto, le imprimian cierto tinte fantástico“, dice el diario.
El periodista Benjamín Posse fue el encargado de conducir al presidente a la mesa. Al término de la comida, pronunció el discurso de ofrecimiento don Emidio Posse, y Roca habló brevemente. Fuera de programa, pronunciaron discursos José Posse y Lídoro J. Quinteros, lo que animó a Gustavo Whalberg, al doctor Víctor Bruland y a Pedro Alurralde a lanzar calurosos brindis.
Varios años después, Roca volvió a pasar por Tucumán. Llegó en agosto de 1895, con una comitiva que no llegaba a una decena de personas. Volvía de las termas de Rosario de la Frontera y se alojó por unos días en el Hotel Nacional. En un suelto urticante, “El Orden” del 31 de agosto comentaba esta visita.
Poca gente
“Acariciaba el ‘héroe del desierto’, como dieron en llamarle en otro tiempo los que quemaban incienso en su homenaje, las más risueñas y halagadoras ilusiones acerca de la recepción que le harían en esta ciudad sus antiguos amigos, aquellos partidarios de otra época que organizaban agrupaciones populares para saludarle a su paso con vítores y demostraciones de entusiasmo”. Apuntaba que “la decepción debió ser cruel, pues en la estación lo esperaban tan sólo el gobernador Benjamín Aráoz, su ministro Lucas Córdoba y muy pocas personas más. “¿Que se ha hecho de aquellos amigos de otro tiempo, que le formaron un partido fuerte y poderoso? Esta debió ser indudablemente la pregunta que en la mente se haría el general Roca al ver la deslucida, pobre y raquítica demostración que le tenían preparada sus parciales”. Roca no volvió a Tucumán desde entonces, aunque hubiera querido hacerlo.
Añoranzas
Siete años antes de morir, el 12 de junio de 1907, Roca escribió a su gran amigo Lucas Córdoba: “No puedes imaginarte cuán grandes son mis deseos de visitar nuestra bella y fecunda provincia, después de tantos años de ausencia. Sé además, como tú dices, que Tucumán es una buena madre, que me recibiría con cariño… No pierdo sin embargo la esperanza de realizar (bien pronto, y antes de que tú y yo nos muramos) mi anhelo eterno de visitar, despacio y sin etiquetas sociales, la tierra querida que no se olvida nunca, como aquellos que han tenido una madre dulce y hermosa”.