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DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO. Una conferencia de 1938 sobre el prócer suscitó la reflexión admirativa de Alberto Rougés. LA GACETA / ARCHIVO

“Cíclope con recia figura de epopeya”.


Un nada conocido juicio sobre Domingo Faustino Sarmiento expuso el gran filósofo tucumano Alberto Rougés (1880-1945), en carta del 20 de enero de 1939, a su amigo el pedagogo Juan Mantovani (1896-1961). Este le había enviado la conferencia que pronunció sobre el prócer.

“Muy bien retratado por usted nuestro cíclope, cuya recia figura de epopeya no es posible dejar de percibir cada vez que volvemos la mirada hacia nuestra hora genesíaca, cuando nuestro destino se agitaba en el hervor del caos primigenio”, decía Rougés.

Era “la hora de gestación de una estructura económico-política y, por eso mismo, hora de descenso hacia el mundo material para conocerlo y dominarlo, hora de saber de dominio, de fiebre de acción, hora de ‘procesión’, como diría un neoplatónico”.

“Debía llegar después -añadía el filósofo- la hora de retorno a nosotros mismos y, por nosotros, al espíritu puro, para volvernos dignos del dominio del mundo material que hemos adquirido. Al saber de dominio debía seguir el saber de cultura y el saber de salvación que habíamos olvidado. Y he aquí que esa hora va llegando, y que una legión se enfrenta ya con el proceso de descenso al mundo material y lo contradice violentamente”.

“No puede reposar nuestro cíclope: ha llegado para él nuevamente la hora del combate. A él se lo buscará con preferencia en la hora de la lucha, por ser el más fuerte”. Y en el posterior juicio final, “no dejará de ser un cíclope, porque en suma su obra hizo posible una mayor eclosión de sus fuerzas espirituales, pero en el que prevalecerán los caudillos de la causa del espíritu”.