En Tucumán, le encantaron gatos y chilenas.
Cuando visitó Tucumán, en 1912, era la primera vez que el presidente Roque Sáenz Peña llegaba a la zona norte del país. Es sabido que tanto le agradó la estadía que regresó en 1913 y se propuso hacerlo todos los años, propósito que la enfermedad y la muerte truncaron en 1914.
De acuerdo a las crónicas periodísticas, quedó claro que le encantaban las danzas tradicionales. Fue invitado a un almuerzo, por la familia Nougués, en el ingenio San Pablo. A los postres, escuchando las arpas y los violines, el presidente pidió que alguien bailase un gato. Inmediatamente salieron a la pista el doctor Julio Terán y doña Lola Córdoba de Padilla. Admirando esa destreza, asegura la crónica que Sáenz Peña disfrutaba “como un niño ante un juguete”.
Y siguieron las danzas populares. Arpas y violines ejecutaron luego una chilena. La bailaron impecablemente el diputado nacional Manuel Ordóñez y doña Urbana Vázquez de Lacavera, junto al jefe de Policía, Augusto Alurralde, con la santiagueña Sara Pinto Gallo. El presidente, que conocía las dotes de bailarina de doña Zoraida Jaramillo de Vélez, pidió que bailaran con su marido una “chilena riojana”, deseo que fue inmediatamente satisfecho.
Cuando en la visita al ingenio La Florida se armó un baile popular, Sáenz Peña quería ver bailado un “gato con relaciones”. Aplaudió con entusiasmo a los bailarines, que fueron los doctores Julio Terán, Luis M. Poviña y Julio Padilla, y las señoras Elvira Castellanos, María Padilla de Poviña y Carolina Poviña de Padilla. Tan complacido quedó el presidente, que aseguró que, en adelante, gatos y chilenas se incluirían en el protocolo oficial.