Años de campanas, esquilones y campaneros
Durante siglos, las campanas fueron el más importante medio para comunicar al público los sucesos, tanto los jubilosos como los tristes. Sus tañidos produjeron no pocos conflictos.
Durante siglos, las campanas fueron el más importante medio para comunicar al público los sucesos, tanto los jubilosos como los tristes. Sus tañidos produjeron no pocos conflictos.
El doctor Manuel Paz, diputado nacional por Tucumán, tuvo un rol clave en nuestra génesis democrática. En 1911 logró que, en su casa y en su presencia, Roque Sáenz Peña e Hipólito Yrigoyen acordasen, en secreto, la famosa norma.
Según Ramos Mejía, el almirante Brown, auténtica gloria de la historia naval, estaba sacudido por la neurosis y tenía miedo de ser envenenado. Rosas llamaba “locuras del viejo Bruno” a esas crisis.
Fallecimientos importantes de la historia argentina estuvieron rodeados por versiones de envenenamiento. El primer caso fue el del doctor Mariano Moreno, durante su viaje a Gran Bretaña. Pero no sería el único.
La imprenta llegó a Tucumán en 1817, traída por Belgrano. Editó un boletín militar y fue la única durante 34 años. Groussac y “La Razón”. Las aventuras de Emilio Carmona.
Fue uno de los gobernadores más progresistas en la historia de Tucumán. Trajo el agua corriente, fundó el Banco oficial, multiplicó escuelas, inició el dique El Cadillal. Nunca tuvo dinero, y ni siquiera casa propia.
Aunque Pío Tristán era peruano, luchó junto a los realistas hasta el último momento. Después, al triunfar los patriotas, se acomodó al nuevo orden. Murió anciano y rico.
A comienzos del siglo XX, Belisario Roldán era considerado el príncipe de los oradores argentinos y embobaba a los públicos. Estuvo en Tucumán en los inicios y también en los finales de su carrera, que se cerró con el suicidio.
Anatole France vino a Buenos Aires en 1909. Enredado con una actriz otoñal, trastornó la casa del juez gay que lo alojó. Sus conferencias fueron un fracaso y, con la crónica de esos días, su secretario armó un “best seller”.
Dos estudiantes de familia tucumana, Guillermo y Augusto Daniel Aráoz, se las ingeniaron para registrar el cadáver del general Justo José de Urquiza en 1870, pocas horas después de su asesinato.
José María del Campo, varias veces gobernador de Tucumán y arrojado jefe de los liberales, resistió a puñetazos y patadas a tres asaltantes armados que lo atacaron en El Manantial. Fue la última guerra que ganó en su azarosa vida.
Una broma cruel sufrió el autor de “Platero y yo”. Dos peruanos le escribieron cartas firmadas por una mujer inventada y lograron enamorarlo. Cuando la superchería llegó al extremo, tuvieron que eliminar el invento.
Entre 1875 y 1881 funcionó en Tucumán una Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas, creada como “plantel de la Universidad Provincial que se fundará después”. La falta de presupuesto terminaría con la ambiciosa institución.
El francés Pedro Dalgare Etcheverry era el técnico más calificado de Tucumán en tiempos de Rosas. Diseñó la Catedral, amplió el Cabildo y ejecutó importantes mensuras. Pero vivió entre apuros y murió en la miseria.
En 1853, en el combate de Arroyo del Rey, se enfrentaron federales y liberales tucumanos. La acción terminó con la muerte del ex gobernador Manuel Alejandro Espinosa. Nunca quedó claro cómo se produjo.
El famoso músico Camilo Saint-Saëns estuvo tres días en Tucumán, en las fiestas del Centenario. Ofreció un aplaudido concierto, pero sus estallidos tuvieron en vilo a autoridades y admiradores
La “venganza” estudiantil de 1933 que se incorporó para siempre en el anecdotario político
Al ser derrotada la primera invasión inglesa en 1806, muchos prisioneros fueron internados en el norte. A Tucumán le tocaron 188. Pero cuando llegó la hora de devolverlos, un grupo desertó para casarse.