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31 DE OCTUBRE DE 1876. Un dibujo de época reconstruyó el acto de inauguración del ferrocarril a Tucumán

Elocuente discurso inaugural de Avellaneda.


“El ferrocarril que hoy inauguramos, va a ponerse al servicio de un pueblo que practica las instituciones libres, cultiva el suelo y educa a sus hijos. Ha sido acogido entre transportes de entusiasmo, porque viene en hora oportuna, cuando las industrias creadas lo esperaban para dar otros mercados a sus productos. El azúcar tucumana se consume después de veinte días en Córdoba y llega en estos momentos al litoral. La apertura de esta vía es así, bajo todos los aspectos, un acontecimiento nacional y su influencia se hará muy pronto sentir en el país entero”.

Así expresaba uno de los párrafos centrales del elocuente discurso que pronunció en Tucumán el presidente Nicolás Avellneda, el 31 de octubre de 1876, al inaugurar el ferrocarril que nos conectaba con Córdoba y Buenos Aires. Pero advertía que la obra era solamente “una estación del camino”, y que no podían quedar suspendidas “las dos grandes vías férreas que buscan por el Oeste y el Norte los confines de la República”: ellas llevaban el progreso para los pueblos y la unidad para el país. Había que construirlas. “No hay crisis para los trabajos necesarios y ampliamente reproductivos, y deben ser siempre atendidos, en los días de escasez con poco y en los días de abundancia con mucho”.

Terminaba. Había vuelto a su ciudad natal luego de muchos años, para sentir “los rayos de su sol” y “las brisas tibias de la tarde que jugaron con mis cabellos de niño”. Así, decía, “doy gracias a todos por haber encontrado esas acogidas penetradas de cariño y palpitantes en su efusión, que identifican a un hombre con millares de hombres y que hacen experimentar la más suprema de las emociones: la ebriedad del corazón”.