No sólo había asientos para la presidencia.
Dibujantes, pintores y escultores, han representado innumerables veces la declaración de la Independencia, del 9 de julio de 1816. La generalidad de esas imágenes, muestra a los congresales de pie, haciendo ademanes de aclamación en el momento en que, desde la presidencia, se les formula la histórica pregunta.
En tales cuadros que existen en los museos, o que ilustran los libros escolares, nunca se representa a las sillas. Recordemos que el acta dice que los diputados asintieron a la Independencia “puestos de pie”, lo que indica que antes estaban sentados. Era lógico, pues no puede pensarse que deliberasen sin asientos. sobre este tema, en 1903 el doctor Luis F. Aráoz obtuvo interesantes declaraciones del anciano doctor Fernando S. de Zavalía. Nieto materno de la dueña de casa, doña Francisca Bazán de Laguna, había escuchado de niño relatos testimoniales sobre las sesiones de1816. Fuera de los sillones de la presidencia, Zavalía hablaba de las sillas que servían a los congresales. Debieron ser de variados estilos, como facilitadas algunas por familias y otras por conventos. Las que recordaba, tenían patas y barrotes torneados, redondos. “El asiento, de suela, y clavado sin ningún doblez sobre el bastidor del asiento, y lo mismo el espaldar. Los clavos eran tachuelas de bronce, cabeza redonda esférica y colocadas a un centímetro, más o menos, unas de otras”.
La suela, estaba “grabada a cincel en las lomillerías de aquí, al estilo de los antiguos recados o caronas”. La parte superior del respaldo, que tenía perillas de bronce y un medio punto al centro, “era un poco más alta que la cabeza del que se sentaba”, según Zavalía informaba a Aráoz.