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IGNACIO ÁLVAREZ THOMAS. Estampilla postal que el Perú imprimió en 1957, con motivo del centenario de su muerte.

El Congreso nombraría al sucesor del actual.


El 14 de abril de 1816, el Congreso de las Provincias Unidas se abocó al problema acordado en la sesión del día anterior. En la misma, se comisionó al diputado Miguel Calixto del Corro a Santa Fe, para que actuara como mediador ante la invasión de esa provincia por partidas de José Gervasio Artigas.

El presidente, Pedro Medrano, uno de los encargados de redactar las instrucciones para Del Corro, “expuso varias dudas” y consultas a los miembros del cuerpo, sobre tales cuestiones. Según “El Redactor”, se discutieron todas “con el pulso y detenida meditación que merecían, para no aventurar los efectos de la comisión y comprometer la autoridad y decoro de la soberanía comitente”.

Considerando “que esta operación extraordinaria estaba sujeta a diferentes ocurrencias que huían de toda previsión; y que por lo mismo se hacía difícil prescribirle determinadas reglas” que no fueran las “obvias y oportunas”, se acordó “dejar a la discreción y prudencia del diputado, el reglar su conducta según lo exigiesen las circunstancias”.

Luego de resolver este punto, se encaró el problema del Director Supremo. En ese momento había un interino, el general Ignacio Álvarez Thomas, hasta tanto se hiciera cargo el titular, general José Rondeau, ausente en el norte. El Congreso dispuso oficiarle, comunicando la resolución “de no innovar en el nombramiento del que había de sucederle”, hasta que determinase otra cosa el Congreso. Como cuerpo “que reconcentra en sí el poder y voluntad de los pueblos”, le era privativo “elevar a ese cargo a quien juzguen capaz de desempeñarlo dignamente”.