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EN LOS ÚLTIMOS AÑOS. Paul Groussac fotografiado junto a su hija Cornelia, en el escritorio de la vieja Biblioteca Nacional. LA GACETA / ARCHIVO

Un elogio a Groussac de Pablo Rojas Paz.


En julio de 1928, la Universidad Nacional de Tucumán rindió homenaje a Paul Groussac con motivo de su octogésimo cumpleaños. Se descubrió una placa en el lugar donde viviera, en la vereda sur de calle Las Heras (hoy San Martín) al 300, y dijeron discursos el rector, doctor Juan B. Terán, y también el escritor Pablo Rojas Paz.

Este afirmó que “hay soldados de la cultura, como hay soldados de la libertad” y que “es necesario que el pueblo se acostumbre a establecer categorías espirituales. Que brinde al artista, al poeta, el respeto que merece, como no niega a un diputado la elección que ha ganado. Nada se pierde con ello y a cada cual lo suyo. El acto de descubrir esta placa tiene tanta importancia como una elección y más que cualquier acto sportivo”.

Añadía Rojas Paz que “en esta casa vivió durante diez años una persona cuyo nombre es pronunciado con respeto por viejos y jóvenes. Su mérito ¿cuál es? El haber enseñado a escribir a una generación que ha dado hombres de acendrada cultura. Francia le vio nacer, siendo la Argentina ilusión para su juventud, gloria para su madurez y respeto para su vejez”.

Pero Groussac “habría de vincularse, lenta pero eficazmente, con todo lo argentino mediante la comprensión de los hombres y de la naturaleza. Aún largos años habría de permanecer entre nosotros, largos años que lo harían tucumano para siempre. Groussac cree que se desarraiga, pero no es así. Ha cumplido 80 años pero en sus ojos, endurecidos ya por la edad, se advierte la dulzura del hombre que ha mirado una tarde tucumana”.