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El ministro y la desilusión de Juan B. Terán


El doctor Carlos Saavedra Lamas (1874-1959), antes de obtener (1936) el Premio Nobel de la Paz, ocupó altas funciones académicas y políticas. Entre ellas, la de ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, en 1915-16. Desde esa cartera, propuso una gran reforma educativa, que causó revuelo en su tiempo.

Viendo que, decía, de 5.000 egresados del secundario sólo unos 1.000 obtenían títulos terciarios, propuso: “Yo corono el cuarto año con un oficio que se ejercerá a voluntad, mediante la creación de una escuela intermedia donde se aprenderán artes y oficios, para que los egresados tengan inmediata salida laboral”. Está de más decir que tan sustancial novedad jamás se implementó.

Mientras la cuestión estaba en danza, el doctor Juan B. Terán, rector de la flamante Universidad de Tucumán (y decidido partidario del nuevo proyecto), viajó a Buenos Aires y Saavedra Lamas lo invitó a comer a su casa. La anotación que luego asentó Terán, en su diario íntimo, era de franco desencanto.

Elogiaba a Saavedra Lamas como “muy inteligente”, “muy informado” y algo inclinado a la ironía. Pero, al parecer, cada vez que el rector tucumano sacaba el tema de la reforma educativa, su anfitrión le dedicaba pocas palabras y pasaba a otra cosa. El registro privado de Terán fue rotundo. “Mi opinión sobre su Ministerio es ésta: que es superior al ministro. He comprendido que hay ahí hombres que trabajan a sus espaldas. No es solamente su subsecretario, sino quizás el doctor Rodolfo Rivarola. Si él (Saavedra Lamas) fuera el autor de las reformas educacionales, estaría poseído por ellas. No hay tal. No es él el autor”.