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LA INDEPENDENCIA. La declaración del 9 de julio fue jurada por las autoridades y todo el pueblo el día 21.

Solemne ceremonia en la sala del Congreso.


El 21 de julio de 1816 tuvo lugar el juramento de la Independencia. En la barra estaban el gobernador, coronel Bernabé Araóz; el general Manuel Belgrano, los miembros del Cabildo, del clero y de las comunidades, así como “un crecido número de ciudadanos de todas clases del Estado, en cuyos semblantes estaba estampada la imagen de la más pura y dulce alegría, por lo augusto e importante del acto que iba a solemnizarse”, dice “El Redactor”.

La fórmula del juramento –acordada en sesión del 19- que prestaron todos, era: “¿Juráis por Dios Nuestro Señor y esta señal de la Cruz, promover y defender la libertad de las Provincias Unidas en Sud América y su Independencia del rey de España Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y toda otra dominación extranjera? ¿Juráis a Dios Nuestro Señor y prometéis a la Patria el sostén de estos derechos hasta con la vida, haberes y fama? Si así lo hiciereis, Dios os ayude; y si no, Él y la Patria os hagan cargo”.

“El Redactor” destacaba que “en este acto prestó juramento, con la corporación eclesiástica, el provisor Vicario Capitular del Obispado de Córdoba, licenciado Benito Lazcano, que se hallaba accidentalmente en Tucumán”. El periódico se explayaba en la significación del juramento. Lo consideraba “un suceso extraordinario, tierno objeto de la expectación común y de los ardientes votos de los habitantes del sud”. No dudaba que “va a darles mil grados más de vigor y entusiasmo a favor de la sagrada causa que defienden, ya que hasta ahora han navegado en un mar de incertidumbres y animados apenas de una remota esperanza, ignorando siempre el porqué de sus esfuerzos”.