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UNA CASA DEL INGENIO. Aspecto que tenía en 1958, cuando se colocó allí una placa de homenaje a Edmundo de Amicis.

El nombre de la provincia tuvo difusión mundial en 1887, cuando Edmundo de Amicis situó en un ingenio tucumano el desenlace del cuento “De los Apeninos a los Andes”. Había querido referirse a la antigua fábrica de La Reducción.


Aunque apareció hace ya 125 años, “Corazón”, de Edmundo de Amicis, es una de esas obras que se siguen editando y vendiendo de una punta a la otra del planeta. Cuentan que el día de 1887 en que su libro salió a la calle, De Amicis pasó una jornada infernal. Estaba enfurecido porque el editor milanés, Emilio Treves, no le había mandado los ejemplares de anticipo que le prometió.

Le remitió una carta llena de cólera, para recriminarle que lo privase, decía, “del placer más querido que me prometí a mí mismo: anticiparme a mis grandes amigos, a los maestros de mis hijos, regalándoles el libro antes de que estuviera a la venta”.

Aunque con un poco de retraso, los ejemplares finalmente llegaron, y el temperamental autor se excusó con Treves. “Estoy de fiesta después de recibirlos”, decía. El libro de tapa en rústica costaba dos liras, mientras el encuadernado valía tres, y con 75 centavos por fascículo semanal, se podía acceder a la edición ilustrada por Ferraguti, Sartorio y Nardi. “Corazón” funcionó fabulosamente: tuvo 40 ediciones en un año, así como 15 traducciones, y en el siguiente lustro mereció 110 ediciones que imprimieron unos cien mil ejemplares.

Un libro famoso

Bien pudo decir su autor que “Corazón” lo había “compensado de todas las amarguras, pasadas y futuras: he sentido verdaderamente en torno de mi persona una onda de amor, y he bendecido por ella el trabajo y la vida”. Tenía razón. El libro marcaba la hora más brillante de este periodista cuarentón, mujeriego inveterado, autor de crónicas de viaje célebres en la época y empecinado buscador de aventuras y de fortuna.

La idea de escribir “Corazón” databa de por lo menos nueve años atrás. La reina Margherita fue la primera a quien De Amicis informó del proyecto, cuando lo invitó a la corte en 1878. Quería hacer “una obra para todos, densa de consuelo, de enseñanza, de emociones”. El tema se le ocurrió cuando un día esperaba a su hijo Ugo y miró hacia la puerta de su escuela.

Lo vio salir con un compañero muy pobremente vestido, a quien Ugo, al despedirse, palmeó con cariño. Y el otro sonrió. “La idea de hacer el libro se me convirtió entonces en una urgencia imperiosa. Y nunca fui tan feliz como cuando lo escribí”, narraba. Lo cierto es que “Corazón” se compuso usando auténticos personajes de la escuela, con nombres simulados y con muchos episodios que realmente ocurrieron, según lo han establecido luego los investigadores.

Llegada a Tucumán

Evidentemente, “Corazón” es el libro de los buenos sentimientos, del sentido patriótico, de la pureza familiar. Claro que la vida del autor no fue tan apacible. De Amicis nació en 1846 y murió en 1903, en Bordighera. Infiel por naturaleza, trató siempre con violencia a su esposa, Teresa Boasi, con quien se casó en 1875. Su hijo Furio se suicidó a los 22 años, y se decía que lo hizo traumatizado por las peleas diarias de sus padres. Teresa le recriminaba haber vinculado a Ugo con mujeres fáciles, para apartarlo de ella.

En 1884, el escritor visitó la Argentina y vino a Tucumán. Llegó por tren el 9 de mayo a las diez de la mañana, en un vagón especial que se detuvo previamente en Lules, para complacer a la nutrida colonia italiana de esa población. Después, en el andén de Tucumán, lo esperaba una verdadera multitud, encabezada por las autoridades.

Se destacaba la comisión de recepción, presidida por el cónsul José Benci, e integrada, entre otros, por José BoggianiAntonio FalconiGernónimo CánepaFederico Belloni. También estaba en pleno la comisión de recepción de la Sociedad Sarmiento. En honor del visitante, la Banda de Música de la Provincia ejecutó “la preciosa marcha del Boccaccio”, según la crónica.

Años después, el doctor Juan Dalma, en un artículo de 1963, “Presencia de Edmundo de Amicis en Tucumán”, recopilaría toda la información de ese suceso: es la que utilizamos aquí.

Grandes agasajos

De Amicis se alojó en el piso alto de la estación, en una habitación preparada especialmente, y por la cual, “durante más de dos horas”, desfiló reverente el público. Ese mismo día concurrió al Cabildo, donde el gobernador, doctor Benjamín Paz, le entregó “varias cartas de ministros y del mismo presidente de la República, general Julio Argentino Roca“. Por la noche, asistió a un poblado banquete en el hotel Europa, de la calle Congreso primera cuadra.

Los agasajos prosiguieron al día siguiente: banquete en el hotel Unión; comida en casa del cónsul Benci, visita al Club Social, siempre rodeado por numeroso público. La visita concluyó el 12 de mayo, día en que De Amicis partió de regreso a Buenos Aires. En la estación, lo despidieron el gobernador Paz y muchos otros personajes, entre los cuales la crónica citaba a los médicos Víctor Bruland y Tiburcio Padilla, y al profesor Inocencio Liberani.

Profundo impacto

Tucumán hizo profundo impacto en el alma del escritor. Dos días antes de partir, envió una esquela al presidente Roca: “Lleno de admiración por la belleza maravillosa de la campiña de Tucumán, conmovido por las mil demostraciones afectuosas y honrosas que hicieron aquí el señor Gobernador, el señor ministro de Gobierno, los representantes de la prensa, los italianos, todos aquellos que tuve la fortuna de conocer: mando al ilustre y gentil general Roca, de quien soy deudor de tantas cosas, la expresión de mi más viva gratitud y un saludo que me sale de lo más profundo del corazón”, expresaba.

También se despidió de todos los tucumanos, en un mensaje que publicó el diario “La Razón”. Decía allí que “doy gracias a todos. Cuando vuelva a Italia, en las largas noches que pasaré en vela, escribiendo mi libro de viajes, me acordaré mil veces, se los aseguro, de estas grandes montañas azules, de esta bellísima campiña verde, de esta graciosa ciudad blanca para la que el pasado es aún muy breve y el porvenir inmenso”.

Una promesa

Luego de otras consideraciones de gratitud, aseguraba que “cuando allá en Italia, rodeado de mis caros amigos, contemplando el mapa, me pregunten cuál es el punto más lejano al que he llegado a mi viaje a América, mis pequeños hijos pondrán el dedo sobre el nombre de Tucumán y yo les diré: aquí, a siete mil millas de distancia de vosotros, no me he apercibido de vuestra ausencia, no sufrí ni un momento de nostalgia”. Su única tristeza había sido “separarme demasiado pronto de las personas que he conocido”. Hacía votos para que lo recordaran en el futuro, “leyendo las páginas que a Tucumán he de dedicar en el libro que escribiré”. Terminaba manifestando: “pasé allí tres días, pero viví tres años”.

De Amicis cumplió su promesa de referirse a Tucumán en su libro. Uno de los “Cuentos semanales” que incluye “Corazón”, se llama “De los Apeninos a los Andes”. Como se sabe, su nudo argumental es la odisea del niño Marcos buscando a su madre. Fue en esa historia que De Amicis utilizó a Tucumán como punto de desenlace de la trama. Incorporó así el nombre de nuestra provincia a un libro inmortal.

Odisea de Marcos

La parte que nos atañe de “De los Apeninos a los Andes”, empieza cuando, tras cruzar el mar y la Argentina, “muy temprano, con su bolsa al hombro, encorvado y cojeando, pero lleno de esperanza, Marcos entró en la ciudad de Tucumán, una de las más jóvenes y más floridas de la República Argentina”. Su primera impresión “fue que entraba de nuevo en Córdoba, en Rosario o en Buenos Aires. Eran las mismas calles derechas y larguísimas y las mismas casitas bajas y blancas; pero por todas partes una vegetación nueva y magnífica, un aire embalsamado, una luz maravillosa, como no la había visto ni siquiera en Italia”…

Luego de otras peripecias, el chico encontrará a su madre moribunda -que empezará a restablecerse por el júbilo de verlo- en un ingenio azucarero de la provincia.

71 años después

Siete décadas y un año después de aparecido “Corazón”, en 1958, el doctor Dalma y un grupo de dirigentes de la comunidad italiana local quisieron precisar el sitio donde el autor quiso situar el desenlace de su cuento.

En el libro, Marcos encontraba a su madre, en un ingenio ubicado “a unas quince millas de Tucumán” y cerca del río Saladillo. Las averiguaciones de Dalma y sus compañeros, los llevaron al ex ingenio La Reducción, del que en esa época estaba demolida la chimenea, pero subsistían algunas construcciones. Esa fábrica, cuenta Dalma, estaba “cerca de un riachuelo que tiene el nombre de Saladillo (Calimayo, con su nombre indígena, afluente del río Colorado dentro del sistema fluvial del río Salí), a poca distancia de Lules y a unas quince millas (24-25 kilómetros) al sur de Tucumán”. La fábrica estaba en pleno funcionamiento en 1884, época de la visita de De Amicis.

La Reducción

Así, dice Dalma, “los datos topográficos y cronológicos coincidían en hacer del ingenio La Reducción el punto final del azaroso viaje del niño Marcos”. Entonces, autorizado por la compañía Bella Vista, propietaria de esas tierras, el 28 de septiembre de 1958 colocaron en uno de los locales del antiguo ingenio, una placa con esta leyenda: “A Edmundo de Amicis, autor inmortal de ‘Corazón’, en el cincuentenario de su desaparición, la colonia italiana de Tucumán dedica en recuerdo del pequeño Marcos, héroe del cuento ‘De los Apeninos a los Andes’, que en este ingenio encontró y salvó a su querida madre. Septiembre de 1958”.

Ante unas doscientas personas, miembros de instituciones culturales de la ciudad, la descubrió el cónsul de Italia, Giorgio Cei. Los representantes más antiguos de la colectividad italiana, Juan Ferrero y su señora, depositaron una palma de flores y José Valperga recitó la poesía “Mia madre”, de De Amicis.