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UN TRAPICHE DE MADERA. Ese aparejo y cinco cuadras de caña, “represen-taban una fortuna”. LA GACETA / ARCHIVO.

Según la evocación de Pablo Lascano, de 1889


“Tucumán es uno de los fragmentos más bellos del territorio argentino. Sus bosques odoríferos, sus montañas elevadas y vestidas de vegetación, los numerosos ríos que la cruzan por todas partes, un cielo de azul claro, las ondulaciones del terreno, su feracidad extraordinaria, las facilidades para la vida material que el hombre encuentra; todo esto reunido, imprime a sus habitantes cierta preferencia al romanticismo, a las dulces indolencias, a las diversiones en bailes y comilonas que cuestan poco, casi nada”.

Así describía nuestra provincia Pablo Lascano, en el capítulo “La chola tucumana” de su libro “Siluetas contemporáneas” (1889). Situaba su reconstrucción en las primeras décadas del siglo XIX. Narraba que “las gentes, por aquellas épocas, vivían en plena fiesta, sin ocuparse de las exigencias de la vida moderna, en que el tiempo es oro, el capital un cruel tirano y los bancos de descuento verdaderos verdugos”.

“Un trapiche de madera, con cinco cuadras de caña de azúcar, representaba una fortuna. Un millar de vacas daba lo bastante para derrochar. Una tienda que hoy pasaría por un boliche de aldea, producía pingües ganancias”. Y, “en esas condiciones, los tucumanos vivían en medio de las delicias de Capua, y no sabiendo otra cosa mejor que hacer, destinaban las noches para bailes y comilonas”.

En medio ”de tanta abundancia, los apetitos del espíritu y de la carne estallaban y hay que abrir las válvulas de escape. El sábado por la noche era el día clásico de las diversiones, y la hora señalada en que se cerraban las tiendas”.