
Los conceptos de Terán en su libro de viaje
En su libro de viaje “Lo gótico, signo de Europa” (1929), Juan B. Terán dedicaba largos párrafos al turismo. Lo consideraba un “nuevo estupefaciente”, de “uso mundial”. A su criterio, era algo que mitigaba la impresión de la realidad y algodonaba la vida. El turista aprehende con los ojos y su medida es lo pintoresco. Ansía ver cosas extrañas y verlas rápidamente.
Consideraba que nacía del cosmopolitismo, y que su gemelo eran los salones de baile: los “dancings”. En estos, el hombre y la mujer no hablaban, sino que bailaban: bastaba un saludo como invitación a bailar. El “dancing” integra la serie iniciada por el cine, el auto y finalmente el avión y la radio. Apuntaba Terán que el cine (escribía en la época de películas mudas) ha prescindido de la palabra y usa el gesto, de modo que lo entienden todos.
Hijos del cosmopolitismo, turismo y “dancing” tienen sus mismas características: la despersonalización, lo efímero de todo encuentro. El turismo goza de la belleza como un Don Juan, sólo por un día. Pero acaso exista una recámara secreta en su espíritu. Es un falso regocijado que se engaña: en el fondo está triste. Quiso salir de su ambiente para ser libre pero, deambulando, ha venido de pronto a descubrir la soledad. La más completa, que es la de “ser pasajero por los caminos llenos de gentes”. El turista recuerda su tierra y se enternece, pero ya no puede volver. Es ciudadano del mundo, sin patria. Se apercibe de que está haciendo “el noviciado de la suprema soledad”. Es el momento en que Don Juan “ha tomado hábito de monje y hay sabor de ceniza en sus labios”.