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PERSONAJES DE LOS AÑOS 1870. En el óleo de Orestes Cortazzo, personalidades como Domingo Faustino Sarmiento y Dalmacio Vélez Sarsfield, adelante. Al fondo, en círculo, Uladislao Frías, entre Manuel Quintana y Pedro Goyena

Gobernador, senador nacional, ministro de Sarmiento y vocal de la Suprema Corte de Justicia de la Nación


No hay una calle de esta ciudad que lleve el nombre del doctor Uladislao Frías. La nomenclatura de nuestras arterias –pródiga en tantos bautizos inexplicables- ha pasado por alto la figura de ese tucumano cuya actuación cívica tuvo gran relieve en su provincia y en la Nación, en la segunda mitad del siglo XIX. Parece justo ocuparse de ella en las líneas que siguen.

Tuvo la dura niñez de los emigrados. Nació en Tucumán el 13 de agosto de 1821, hijo de don José Frías y doña Nieves Gramajo. Su padre era gobernador de la Provincia en 1831, cuando se produjo la segunda invasión de Facundo Quiroga, tras su victoria sobre las fuerzas de la Liga del Interior, en la batalla de La Ciudadela. Esto obligó a Frías a exiliarse en Bolivia, llevando su numerosa familia.

ULADISLAO FRÍAS. En su época de gobernador, en un dibujo de Lola Mora

En la emigración

Era el primer grupo de emigrados. Diez años más tarde, se les uniría los que buscaron refugio en el vecino país luego del fracaso sangriento de la Liga del Norte contra Rosas. Aquellos, como dice Nicolás Avellaneda, “no tenían todavía, como los que vinieron más tarde, el pie ligero, y no alcanzaron a internarse por el norte sino hasta el centro de Bolivia”. Los Frías se quedaron en Chuquisaca.

De todos modos, don José se preocupó por dar a Uladislao -el segundo de sus once hijos- una educación de la mejor calidad posible. Lo envió al Colegio de Junín y de allí pasó a la famosa Universidad de Chuquisaca, donde se doctoró en Derecho. Ya con su título, pronto se destacó entre los letrados altoperuanos. Prestó servicios en la cancillería de ese país, como secretario del ministro Hilarión Fernández, y asistió a las célebres sesiones de Puno.

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EN LA JUVENTUD. El doctor Frías retratado durante su treintena

Múltiples cargos

En 1849, ya estaba de regreso en Tucumán. El tolerante gobernador Celedonio Gutiérrez pasó por alto los antecedentes de emigrado de Frías y lo designó asesor de los Juzgados de Primera Instancia. Ese nombramiento marcaría el punto inicial de su ascendente carrera pública.

Entre 1852 y 1856, el doctor Frías fue tres veces ministro general de Gobierno, en las administraciones tucumanas de Manuel Alejandro Espinosa, de Anselmo Rojo y de Agustín Justo de la Vega, aparte de gobernador delegado en la primera y en la segunda de las citadas. Además, se desempeñó como diputado por Tucumán al Congreso de la Confederación, en 1854-1858 y 1858-1862. Antes de concluir el segundo período, representó a la provincia en la Convención Constituyente nacional de 1860.

En 1864, el presidente Bartolomé Mitre lo comisionó para organizar el flamante Colegio Nacional de Tucumán, tarea que cumplió a conciencia. También se encargó de una misión diplomática en Bolivia, en 1866.

El gobernador

Corría 1869 cuando fue elegido gobernador de Tucumán. Fue el suyo un mandato de orden y de obras públicas. Se volvió a publicar el Registro Oficial y se reanudó la anotación, en un Registro aparte, de las propiedades del Estado. Todo gasto debía imputarse al presupuesto y cargarlo a la partida del caso. Se sancionó la primera ley general de expropiaciones. Proyectó reformar la Constitución de 1856, para modificar sobre todo la forma de elección de gobernador por la Sala. Dio especial impulso a la educación: además de poner en vigencia un minucioso Reglamento de Escuelas, se creó la Inspección de Escuelas y Consejo de Instrucción Pública, imponiéndose la obligación de enseñar y explicar la Constitución Nacional a los educandos. Gran cantidad de edificios escolares se erigieron en la campaña.

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EL COLEGIO NACIONAL. En una foto de 1870, patio del establecimiento que instaló el doctor Frías por encargo del presidente Bartolomé Mitre

Gestión progresista

Se cedió a la Nación una casa para instalar la Escuela Normal y un terreno de 22 hectáreas para la Quinta Agronómica del Colegio Nacional. Durante la gestión de Frías se inauguró el Colegio Sarmiento, primer secundario para mujeres que tuvo Tucumán. Fue delineada gran cantidad de villas del interior. Se dispuso que correístas rentados condujeran la correspondencia oficial. La Provincia adquirió una nueva imprenta, y se promovió la fundación de bibliotecas. El Gobierno restableció la Sociedad de Beneficencia y le cedió un terreno para que erigiera el Hospital de Mujeres. Se inauguró el servicio de telégrafo con Santiago del Estero, que constituyó todo un acontecimiento. Además, durante su gobernación, el doctor Frías, en 1870, se desempeñó brevemente como eficaz interventor federal en Jujuy.

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LOS “TRABAJOS LEGISLATIVOS”. Portada de uno de los tomos de la valiosa compilación histórica que publicó Frías

Ministro nacional

Terminado su gobierno, en junio de 1872 el presidente Domingo Faustino Sarmiento nombró a Frías ministro del Interior. Le tocará también desempeñar interinamente la cartera de Guerra y Marina, cuando el general Martín de Gainza salió en campaña. Luego de su ministerio volvió al Senado, de 1875 a 1878. Los biógrafos han destacado la actuación legislativa del doctor Frías, en temas como la confección de la Ley de Contabilidad de la Nación, o en la sanción de normas de tanta importancia como la de expropiaciones, la de Correos y Telégrafos, y varias sobre moneda o sobre ferrocarriles, entre otros temas donde fueran requeridos ávidamente su erudición y su competencia. Fue autor, también, del reglamento del Senado para los casos de juicio político.

En 1879 volvería a desempeñarse un tiempo como interventor federal en Jujuy, nombrado por el presidente Nicolás Avellaneda. Este lo designó vocal de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cargo que desempeñaría hasta jubilarse en 1890. Fue uno de los primeros vocales de la Caja de Conversión.

Libro importante

Paralelamente a todo esto, el doctor Frías ejecutó un importante trabajo de compilación histórica, con el largo título de “Trabajos legislativos de las primeras Asambleas Argentinas, desde la Junta de 1811 hasta la disolución del Congreso en 1827”. Eran dos voluminosos tomos que aparecieron en 1882 y 1886, muy consultados hasta hoy por los historiadores.

Era un hombre de aspecto distinguido y doctoral. Usó siempre barba y bigote. Por debajo de los anteojos “quevedos” con cordoncillo, sus ojos emitían un destello de bonhomía provinciana. Usaba un bastón de ébano con empuñadura de oro en forma de águila bicéfala. Un testigo, Manuel Marcos Zorrilla, lo pinta como “laborioso, metódico y ordenado”, que “llevaba su escrupulosidad en el desempeño de las funciones públicas a una minuciosidad extrema; y aunque tenía en el fondo un carácter muy bondadoso, era inexorable en el cumplimiento del deber”.

Todo un carácter

Agrega que “cuando algún detalle, por insignificante que fuese, llegaba a perturbar la regularidad de su trabajo, se entregaba a veces a unos accesos ruidosos de indignación casera”. Durante ellos, “se propinaba a sí mismo duros epítetos, con la intención de que la perspicacia de los presentes los aplicara a las personas a que iban verdaderamente dirigidos”.

Para Sarmiento, era “un poco testarudo”. Nicolás Avellaneda comentaba, según Zorrilla, que “cuando el doctor Frías se parapeta atrás de sus números y sus cuadros estadísticos, no hay fuerza alguna que le haga moverse de ese punto.”. Según Clodomiro Zavalía, ponía Frías en sus tareas, “aparte de sus vastos conocimientos, una gran firmeza de carácter que se avenía, sin embargo, con la suavidad de su modo y el reposo de su espíritu. Fue una característica de su vida la actividad en todos los momentos; no lo tentaban las posiciones oficiales por los goces fáciles que proporcionan, sino por la obra útil que en ellas podía hacerse”.

Un gran argentino

El doctor Uladislao Frías murió en Buenos Aires el 24 de julio de 1899, viudo ya de doña Brígida Zavalía, hija del constituyente tucumano de 1853, doctor Salustiano Zavalía. Ante su partida, Raymundo Wilmart escribió que “en vano se buscaría en sus actos uno solo que implique debilidad en presencia del deber, complacencia frente a la amistad personal, indecisión en momentos de prueba, fatiga en la tarea, falta de preparación o de atención en los detalles”. Y, desde Tucumán, el ministro Federico Helguera lo definió como “representación viva de la generación patriota a la que pertenecía”, subrayando que su vida toda encerraba “una gran lección de austeridad y de virtud cívica, que conviene recordar a cada momento”.