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SAMUEL DÍAZ. En una de las pocas fotos que de él se conservan, aparece al lado de una señora de su familia.

Samuel Díaz transcribió las actas del Cabildo.



Ya se sabe que en la nomenclatura de calles de San Miguel de Tucumán, “no están todos los que son, ni son todos los que están”. Entre los muchos nombres ausentes, falta el de Samuel Díaz, persona con la que el patrimonio documental tucumano tiene una gran deuda.

Díaz no tuvo ninguna actuación política relevante, aunque fue seguidor fervoroso primero de don Lucas Córdoba y luego de la Unión Cívica Radical. Desde muy joven lo había picado el virus de los documentos. Junto a su actividad de experto en títulos de propiedad , desarrolló una memorable tarea de rescate de los viejos papeles tucumanos, cuando estuvo al frente del Archivo General de la Provincia.

En efecto, decidió transcribir las actas del Cabildo de Tucumán, conservadas desde 1680 hasta 1824, año en que la corporación fue suprimida. Las copió a mano en gruesas hojas, descifrando con paciencia y fidelidad la antigua escritura. Y aclaró (al fin de cada uno de los gruesos tomos en que encuadernó sus copias) el significado de cada abreviatura. Gracias a su trabajo monumental, los investigadores de hoy pueden leer con facilidad las actas, evitando la consulta de los originales, muchos ya muy deteriorados o ilegibles. Su tarea fue elogiada por el célebre historiador P. Alberto Larrouy, en su informe a la Comisión del Centenario, en 1910.

En un artículo de 1947, José Rodríguez Rebollar describía a Díaz “horas y horas revolviendo manuscritos viejísimos, amarillentos y carcomidos, llenos de signos y lecturas difíciles de entender; leyéndolos y releyéndolos al aumento de la lupa; mirándolos al trasluz; ordenándolos por series, por épocas, por motivos; compaginándolos por folio y alfabeto para dar a cada cosa su verdadera importancia y significado”. Fue un trabajo escasa y muy tardíamente pagado. Don Samuel falleció el 17 de setiembre de 1923.