Diputado por Tucumán al Congreso de 1824.
Otra ausencia indebida en la nomenclatura de las calles de San Miguel de Tucumán, es la de don Manuel Andrés Arroyo y Pinedo. Esto por dos razones. Una, porque se desempeñó como diputado por Tucumán, en compañía del general Alejandro Heredia, al Congreso General Constituyente de 1824. Llegó a presidir esa asamblea, designado por unanimidad en la sesión del 30 de julio de 1825. Otra, porque en 1826, cuando inició su actividad en Tucumán la escuela del sistema Lancaster, dirigida por el ingeniero militar Felipe Bertrés, el diputado Arroyo y Pinedo resolvió donar la entonces cuantiosa suma de 2.602 pesos con destino al establecimiento.
Su gesto hizo que el entonces gobernador, general Gregorio Aráoz de La Madrid, por decreto del 7 de octubre, dispusiera confeccionar “una lámina” en la que “se expresará el reconocimiento de la juventud tucumana a la cesión que ha hecho el ciudadano Arroyo y el año en que se hizo, fijándose en una de las puertas interiores de la escuela”. Esto además de hacerle saber la “gratitud y reconocimiento” de los tucumanos.
Arroyo y Pinedo era un vecino importante y acaudalado de Buenos Aires, donde había nacido en 1778. Actuó heroicamente en las jornadas de la Reconquista y de la Defensa de Buenos Aires, y por esta última el Cabildo porteño lo condecoró con “un escudo de oro”. Fue ayudante de Santiago de Liniers. Se adhirió resueltamente a la Revolución, y en el “cabildo abierto” del 22 de mayo de 1810, votó por la deposición del virrey Cisneros. En 1821 formó parte de la Legislatura de Buenos Aires, corporación que llegó a presidir. La casa quinta de Arroyo y Pinedo se levantaba el esquina de las actuales calles porteñas Cerrito y Arroyo: esta última se llama así en su memoria. Retirado de la política, falleció en esa ciudad el 31 de julio de 1839.