Es conocido que en sus célebres “Memorias” el general José María Paz se ocupa largamente de los años que -con intervalos- pasó en Tucumán, desde la batalla de 1812. En largos párrafos, se refiere al coronel prusiano Eduardo Kainnitz de Holmberg, de 34 años entonces, a quien Belgrano designó un tiempo jefe de Estado Mayor.
Cuenta Paz que las desavenencias que estallaron entre la tropa después de la batalla tuvo entre sus víctimas al barón de Holmberg. Una fracción empezó a tildarlo de cobarde. Argumentaban que “había abandonado el campo de batalla bajo el pretexto de una levísima herida que tenía en la espalda y que, decían, se la había hecho él mismo. La herida era cierta y también era su suma pequeñez, pero no es creíble que él mismo se la hiciera pero, en ese caso, era más cómodo y natural que se hubiera practicado en la frente”.
Añade Paz que “lo que había más de verdadero, era que el barón se había hecho malquerer, y que Manuel Dorrego, que se había declarado su enemigo, y otros gritaron a voces contra él, y que el general Belgrano tuvo que sacrificarlo a las circunstancias”.
Así, el barón de Holmberg se separó del Ejército del Norte en Tucumán y se retiró a una quinta donde, narra Paz, “no lo visitó otra persona fuera de mí, aunque muchos lo adulaban en tiempos de su privanza.
Allí esperó el resultado de la solicitud -según me dijo- que había hecho al Gobierno, y al regreso del correo se marchó a la Capital”. Advierte Paz que “no fue sólo el barón al que el general se vio obligado a sacrificar a las exigencias de los que agitaban el ejército”.
En Buenos Aires, Holmberg siguió prestando importantes servicios militares hasta 1844. Falleció el 24 de octubre de 1853.