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"MARQUITO" AVELLANEDA. Aráoz Alfaro recordaba su disposición afectuosa hacia los estudiantes tucumanos. LA GACETA / ARCHIVO

Apoyo de “Marquito” a los tucumanos.


En sus “Crónicas y estampas del pasado”, el gran médico tucumano Gregorio Aráoz Alfaro recordaba a personalidades de su época de estudiante universitario. Una de ellas era el doctor Marco Avellaneda, hijo del presidente.

Narra que “cuando en 1886, unos cuantos tucumanos llegamos a Buenos Aires para ingresar en la Universidad, encontramos en Marco Avellaneda -especialmente vinculado por lazos de familia a algunos de nosotros, sobre todo a Tiburcio Padilla– una acogida tan franca y tan simpática que nos dilató el corazón, oprimido por la timidez y la desconfianza del provinciano que se sentía, en la gran capital, no sólo extraño sino hasta en un ambiente prevenido y en cierto modo hostil”.

En esa época estaban frescas las luchas entre porteños y provincianos, que habían culminado en la sangrienta revolución de 1880. Y la posterior capitalización de Buenos Aires se había realizado con “protestas violentas”, dejando “en muchos porteños un sedimento de fobia y despecho que tardó años en desaparecer”.

En medio de esos recelos y prevenciones, “la amistad de Marco Avellaneda -abierta, franca, delicada- constituía para nosotros un refugio inapreciable. Él, rico, elegante, difundido como nadie en los círculos sociales y aún en las esferas gubernativas, adulado y mimado como ningún otro, era, precisamente, el amigo leal con cuya ayuda podía contarse siempre”. “Marquito” Avellaneda era quien “abría todas las puertas con afectuosa solicitud, y nos compensaba del tono despectivo o de ‘protección’ que encontrábamos en tantos otros”, narra Aráoz Alfaro.