Del gran amigo tucumano José Posse
En junio de 1868, una revolución derrocó al gobernador Wenceslao Posse. Su pariente, el periodista José Posse, escribió el 12 de setiembre una desencantada carta al gran amigo, el presidente Domingo Faustino Sarmiento.
Decía que, de no ocurrir el golpe de junio, “yo habría ido este año al Senado, ese asilo de inválidos y no pocas veces de idiotas; pero aquél acontecimiento me cortó las alas”. Estaba seguro de que “la facción dominante hará que se me cierren para siempre las puertas del Congreso, prefiriendo, por mal espíritu, mandar estúpidos a gente de sentido común. Nada espero por ese lado”.
Agregaba que “fui habilitado de abogado hace muchos años por el Gobierno de la Provincia y tuve el recurso de vivir de la profesión cuando me alejaba de la vida pública; pero estos bárbaros, por un acto brutal y despótico, me han despojado de aquel derecho adquirido y ejercido con honor”.
Se había arruinado en el negocio del añil y, agregaba, “me tienes ahora sin oriente, encerrado en mi casa por evitar persecuciones injuriosas con mi familia de cinco hijos, cuyo porvenir agrava las congojas de mi espíritu”.
Necesitaba un favor del amigo. Pedía que “si se ha de crear la inspección de correos por acá, la de escuelas, una oficina de estadística, nacionales, u otro destino en algo que pienses fundar por estos mundos, te acuerdes de mí. Necesito eso para tener de qué vivir, y como pararrayos contra los bárbaros. Envejecido en la vida pública, ya no estoy para buscar otros caminos, ni vida tengo de repuesto para empezar de nuevo otra carrera”. Sarmiento designaría a Posse, tiempo después, rector del Colegio Nacional de Tucumán.