La fábrica de tejidos de Wilkes.
A fines del siglo XIX, fueron bastante frecuentes las presentaciones al Gobierno de Tucumán, solicitando la exclusividad para establecer algún tipo de fábrica. En la mayoría de los casos, el pedido se acordó, pero la planta proyectada no llegó a instalarse.
Fue el caso de un tal Abraham Wilkes “de nacionalidad inglés, accidentalmente en esta ciudad” y con domicilio en Buenos Aires. En nombre, decía, “de un núcleo de fuertes capitalistas europeos”, se presentó proponiendo formar “un gran establecimiento dedicado a la fábrica de toda clase de algodón y sus tejidos”. Iba más lejos: “mejor dicho, una serie de estos establecimientos y bajo una sola dirección, que tengan capacidad bastante para elaborar todo el algodón que pueda producirse en la provincia”.
Advertía que semejante empresa “sería la primera en su género e importancia en la América del Sud, capaz de rivalizar con empresas tan vastas como las de Manchester”. Requería grandes capitales y, forzosamente, “cierta protección de los poderes públicos”. La inversión inicial sería “no menor de 100.000 libras esterlinas”
En consecuencia, pedía que, durante quince años, no pudiera establecerse una fábrica similar en Tucumán y durante dicho término se lo liberara de todo impuesto. Asimismo que gestionara ante la Nación la libre introducción de maquinarias y materiales. Como contraprestación, rebajaría el 25 por ciento de sus precios a las compras del Gobierno.
La ley de privilegio quedó sancionada, y fue promulgada el 7 de marzo de 1896. Wilkes tenía plazo de doce meses para instalar la fábrica, bajo pena de caducidad de la concesión. En 1897 se le acordó una prórroga. Pero la fábrica, finalmente, nunca se instaló.