De Tucumán, en el crítico año 1880.
El año 1880, como es sabido, fue de grandes trastornos para el país, con motivo de la rebelión porteñista que debió enfrentar, en sus últimos días, la presidencia de Nicolás Avellaneda. El general Julio Argentino Roca, quien sería sucesor de su comprovinciano, jugó papel fundamental en el sostenimiento de la autoridad legítima.
El 14 de agosto, desde Tucumán, escribía a Roca don Emidio Posse. “¡Adelante! Mi querido Julio; es preciso aprovechar la victoria y constituir definitivamente la República; es decir, darle lo que les faltaba a los que no han tenido casa propia en qué alojarse, para que los propietarios no vengan a levantarles el alquiler o echarles los muebles a la calle”.
Consideraba que la Capital Federal “es una necesidad de existencia y fuerza, en Derecho. Antes lo he dicho: Buenos Aires sería lo mejor, pero si no se la consigue, hay que asentarse en sus alrededores. Debemos apartar, para el porvenir, todo lo que pudiera traer una lucha entre Buenos Aires unido, y el Gobierno Nacional”.
Opinaba Posse que Buenos Aires es “un gran pueblo, pozo de ilustración y progreso, y su opinión debe siempre tener eco en los consejos del gobierno. Lejos de allí el asiento de éste, esa voz pública no sería oída y las medidas gubernativas correrían mucho riesgo de no marchar acordes con la opinión; que ha de ser siempre la del pueblo de Buenos Aires por razón de su ilustración, siempre que la ambición no la ciegue”.
Le informaba que el día anterior había sido elegido gobernador de Tucumán el doctor Miguel M. Nougués. “Todos los que hemos sostenido aquí la candidatura de usted para presidente, hemos de rodearlo y sostenerlo”.