Para Terán era un valioso consejo.
En “La salud de la América Española”, Juan B. Terán se dirigía frecuentemente a la juventud. Se presentaba como quien “por incapacidad que puede parecerle vocación”, no ha intentado la ascensión de las cumbres. Pero, “en medio de la magna quietud de su pequeña heredad montañesa, piensa en la salud espiritual de la juventud de América como el objeto de sus inquietudes y la única gloria de sus pequeños esfuerzos, a causa, quizás, de que la montaña impregna todos los paisajes de altitud y lejanía”.
Quería traducir su consejo en palabras de Schiller. Ellas, decía, “no son las citas de un erudito sino la aspiración, y un poco la práctica de una vida”.
Venía la cita. “Vive con tu siglo, pero no seas el juguete de tu siglo; da a tus contemporáneos no lo que ellos aplauden, sino lo que ellos necesitan; cuando tengas que influir sobre ellos, represéntatelos tales como debieran ser; cuando caigas en la tentación de actuar por ellos, represéntatelos tales como son”.
Continuaba Schiller. “Busca su aplauso por medio de su dignidad, y así la nobleza de tu alma suscitará la de ellos. Vano será que pretendas destruir sus principios, vano condenar sus actos: huye de esos caminos estériles, pero en sus ocios puedes poner tu mano creadora. Limpia sus placeres de frivolidad y de grosería, y sin que lo noten purificarás sus acciones y por último sus sentimientos. Rodéalos por doquiera de formas nobles, espirituales, de símbolos de perfección, hasta que la apariencia venza a la realidad y el arte a la naturaleza”.