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LOS ROMERO. En 1870 aparecen, sentados Ambrosio Romero y Serafina López. Desde la izquierda, de pie, sus hijos Serafina (luego de Nougués), Carmen, Miguel y Ambrosio. Con la madre está José, que murió en la infancia. LA GACETA / ARCHIVO

Filantropía de Serafina Romero de Nougués.


Entre los filántropos tucumanos no suele recordarse con la intensidad que se debiera a doña Serafina Romero de Nougués (1860-1942). Caracterizó a esta dama una concreta actitud de preocupación social, en la época en que el Estado, por lo general, se desentendía de esos rubros.

Cuando se inauguró el Hospital del Niño Jesús, sobre la avenida Sarmiento, fue donante de uno de los pabellones. Fue la protectora fundamental de los Padres Salesianos: pocos saben que la manzana donde se levantó el Colegio “Tulio García Fernández” fue donación de la señora de Nougués. También donó a los salesianos una casa para descanso en Villa Nougués, con un vasto terreno a su alrededor. Igualmente, a su generosidad se debió parte del edificio donde las Hermanas Domínicas construyeron el Colegio Santa Rosa.

En la epidemia de cólera de 1887 tuvo a su cargo el lazareto del viejo Hospital de Hombres. Narra Ernesto Padilla que “se la veía pasar en tardes calurosas y polvorientas”, para “cumplir su cotidiana tarea de inspeccionar la organización de la casa de salud, sin pensar en el peligro, con naturalidad”.

Padilla recuerda asimismo que, en 1892, propició concursos que “motivaron los primeros estudios de las condiciones del trabajo obrero rural”, así como “despertó inquietudes sobre la cuestión de la primera infancia, problemas no advertidos hasta esa hora”.

El Papa Pio IX le otorgó la condecoración “Pro Ecclesia et Pontifice”, en 1937. Estaba dotada, dice Padilla, “de la piedad inteligente, la caridad, la misericordia”.