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EN PLENA DEMOLICION. Aspecto del salón de baile del Club Social, con el parquet levantado, horas antes de que empiecen a caer las paredes, en 1975.

Al tumbar la monumental casa Méndez, frente a la vereda oeste de la plaza Independencia, la ciudad perdió un edificio emblemático, que se había salvado de la piqueta durante más de un siglo.


La piqueta ha trabajado a destajo en San Miguel de Tucumán hasta nuestros días. No se detiene desde hace ya más de un siglo y medio. Esto es evidente, cuando se examinan las primeras fotografías de exteriores de nuestra ciudad (tomadas todas en los últimos años de la década de 1860) y se advierte que, ya entonces, no estaba en pie ninguna construcción colonial, pública o privada.

Con Buenos Aires, tenemos el dudoso privilegio de revistar entre las muy contadas capitales que demolieron su Cabildo. De nuestro frenético afán de derrumbar no se salvó ni siquiera la Casa de la Independencia.

Como es sabido, en 1904 se la demolió íntegra, con la sola excepción del Salón de la Jura. Sería reconstruída recién en 1943.

Construida en 1869
Fue a comienzos de 1975 que se consumó una de las más deplorables demoliciones céntricas: la de la casa ubicada en la ochava noroeste de 25 de Mayo y 24 de Septiembre. Todo tucumano que tenga hoy de 50 años para arriba, recuerda perfectamente a este señorial caserón de dos plantas con amplio frente sobre ambas calles y con la curiosidad de un mirador en el techo, rodeado por balaustradas.

Lo mandó edificar el industrial azucarero Juan Manuel Méndez (1817-1892) en 1869. Por su imponencia, se convirtió inmediatamente en un edificio emblemático entre los que enfrentaban la plaza Independencia.

Fue el primero que se pintó al aceite en Tucumán, recordaba Ernesto Padilla. En su libro “Provincia de Tucumán”, de 1872, Arsenio Granillo lo mentaba entre “los más sobresalientes” locales privados.

Banco y Club Social

Su ubicación lo convirtió, además, en la construcción más fotografiada durante un siglo. Méndez habitó la casa hasta 1890, año en que decidió radicarse en Buenos Aires: pero murió en Tucumán en 1892, cuando había regresado para una breve visita. La casa quedó entonces cerrada, y su primer arrendatario fue el flamante Banco de la Provincia de Tucumán.

La institución estuvo en ese inmueble hasta la primera década del siglo XX, cuando construyó su sede propia, media cuadra al sur sobre 9 de Julio. Es el local donde hoy se halla el Museo Provincial de Bellas Artes.

En 1908, el Club Social -que hasta entonces funcionaba en la esquina Laprida y San Martín (solar donde luego se erigió el Banco de la Provincia) adquirió la casa de la plaza a la viuda de Méndez, doña Lucinda Libarona.

Agua y Energía y la CAT

El club le practicó una serie de mejoras. Ellas incluyeron la modificación del frente sobre calle 24 de Septiembre, tarea que se encargó al ingeniero José de Bassols.

Estos importantes trabajos -que costaron 22.500 de los fuertes pesos de entonces- concluyeron recién a fines de 1912, época en que el Club Social pudo trasladarse a su nueva casa. Posteriormente, además, la esquina fue ochavada.

Al fusionarse el Club Social con otro club, El Círculo, en 1939, para constituir el Jockey Club de Tucumán, el inmueble pasó al patrimonio de la nueva institución. Esta lo arrendó en parte a Agua y Energía (como se llamaba entonces la empresa oficial del servicio eléctrico), y en parte a la Compañía Azucarera Tucumana, que instaló allí sus escritorios.

La demolición

A los arrendatarios, como es tradicional, no les importó maltratar la casa y llenarla de tabiques y agregados de paredes. Finalmente, el club la vendió en 1975, y el comprador procedió a demoler el caserón para edificar sobre el terreno. LA GACETA lo despidió con una larga y melancólica nota. Como cronista de LA GACETA, pude recorrer la casa con el fotógrafo del diario, Ernesto González, en esos días finales. 

En medio del torbellino de albañiles que derrumbaban paredes y arrancaban puertas, alcanzamos a fotografiar lo que quedaba del suntuoso salón por donde circularon presidentes de la República, gobernadores y grandes personajes de la política, de la economía, de la cultura y de la sociedad.

Gran testigo

La casa había nacido cuando se viajaba a Buenos Aires en carretas y en mensajerías, cuando la iluminación era a vela y cuando se bebía agua de aljibe.  Llegó a los tiempos de los aviones, de la televisión y de las primeras computadoras. 

Como por milagro, se fue salvando de la demolición que arrasaba el centro de Tucumán. Pero no hay suerte que dure demasiados años.

En 1975, los albañiles con picos y palas ingresaron en tropel y desapareció para siempre en pocos días. Demás está decir que, cuando tumbaron la casa Méndez, no se levantó una sola voz oficial que sostuviera la necesidad de preservar esa pieza tan notable de nuestro escaso patrimonio arquitectónico.