
Carta con humor del doctor Ernesto Padilla
El 11 de julio de 1951, un año antes de su muerte, el doctor Ernesto Padilla formulaba cierta singular consulta por carta, a un comprovinciano radicado en Buenos Aires, el joven médico Manuel Paz.
Le narraba que quería ser útil “a una buena maestra de Tinogasta que sufre una pequeña molestia en la muñeca, cuyo diagnóstico y curación es posible establecer a la distancia”, pensaba. La maestra le había escrito, textualmente: “me salió sobre la muñeca de la mano derecha una pelotita que por temporadas me duele mucho, ni puedo escribir”. Agregaba Padilla que la dolencia, por local, acaso podría ser solucionada rápido; pedía a Paz que, si fuera posible, le extendiera alguna receta para hacerla preparar y remitirla a Tinogasta.
De espíritu juguetón e inclinado a las anécdotas, Padilla agregaba: “tal vez basten algunas indicaciones de buena untura (cómo cambian los tiempos). Hace 30 años, en Tucumán no podía explicarse una consulta como ésta; pues de lejos nomás, al escuchar el caso, la consulta hubiera sido evacuada así: ‘decile que se haga unas friega con saliva amarga en ayunas y si le duele mucho, una cataplasmita de quimpe atándose la muñeca con un trapito de género usado…”
Aclaraba que “a esta referencia la hago sin dejar agotado el recetario del doctor Manduti, pues quiero referirme a la buena medicina de ahora”. El “recetario” de Manduti (en realidad, Mandouti), llamado también “El Oráculo”, era un conjunto de prescripciones caseras de curandero, editadas en Buenos Aires en 1783, y que tuvieron enorme difusión en todo el país.