De 1873, narrada en una novela de Groussac
Paul Groussac (1848-1929) fue testigo de la campaña presidencial del tucumano Nicolás Avellaneda, en 1873. En su novela “Fruto vedado” describe una de las reuniones políticas del candidato en las ciudades de provincia. Rodeado por partidarios, allí Avellaneda “risueño, infatigable, perorador, amasaba, con sus partidarios de todo pelo y color, el gigantesco pastel electoral”.
En la concurrencia, “discutían en grupos acalorados, disueltos, en un rincón del patio, todos los politiqueros adictos al candidato: funcionarios, diputados provinciales, agentes de elecciones, periodistas, comedidos sin empleo que procuraban hacer cotizar, en el febril desorden del combate, sus aptitudes dudosas y su problemático prestigio de barrio o aldea”.
En el abigarrado conjunto, “algún militar rompía con el color violento de su uniforme, la masa negra de las levitas provincianas, tiesas y ajustadas como las convicciones de sus propietarios”. Entre la gente del interior, vestida de etiqueta, el cuello nuevo resaltaba “sobre el pescuezo curtido por el sol de la estancia”, contrastando “con la abandonada desenvoltura de los porteños, sueltos en su traje de calle”.
El candidato Avellaneda (a quien Groussac ponía el nombre de “Doctor Nogales”), “de baja estatura, con grandes ojos algo cansados que cerraban por momento su alta frente inteligente, tenía un aspecto enfermizo y febril; pero era capaz de sostener quince horas al día discusiones políticas, despachar los negocios de Estado, escribir cincuenta cartas electorales, y acostarse a las dos de la mañana para saborear un artículo literario de Macaulay o Prévost-Paradol”.