El agudo estudio de Juan B. Terán, en 1928.
En no pocas ocasiones, el tucumano Juan B. Terán (1880-1938), fundador de nuestra primera Universidad, centró su mirada en algún personaje histórico argentino en particular. A uno le dedicó un libro, como fue el caso de José María Paz; pero generalmente los retrató y analizó en largos artículos. Texto especialmente penetrante es el que enfocaba, en 1928, a Juan María Gutiérrez (1809-1878), literato que fue gran amigo de nuestro Juan Bautista Alberdi, y que se desempeñó como constituyente del 53 y ministro de la Confederación.
Definía a Gutiérrez como “el menos popular” de la famosa generación argentina del 37 y, a la vez, como “el más hombre de letras de todos ellos”. No aspiró a las posiciones políticas: cuando debió desempeñarlas, lo hizo como un deber y no como satisfacción de sus gustos. Pero poseía “una filosofía política” como “parte esencial de su espíritu”. Consciente de que los tiempos que le tocaron requerían convicciones de acción y no teorías, sirvió aquellas sin desviaciones en su larga carrera. No escatimó el sacrificio, porque no quiso protegerse con eufemismos y pactar con la tiranía de Rosas, como lo hicieron otros. Pero su condición de hombre de ideas “le salvó de confundir la lealtad por ellas con la pasión, que encuentra bueno todo lo que satisface las propias o ajenas pasiones personales”.
Apuntaba Terán que al hombre con temperamento de artista mezclado en la acción política, sólo le espera la amargura. El provecho que el país puede extraerle, es “la fuerza de su voz para apaciguar las pasiones desencadenadas por la lucha fratricida”. Definía a Gutiérrez como “europeo en doble sentido”. Amaba a Europa, “parecía un hijo de ella por sus gustos”, y era un europeizante, como todos los de su generación. Pero era también un americano, lo que no resultaba en absoluto contradictorio para aquella.