
Recuerdo del padre y de la batalla de Pavón.
En la batalla de Pavón, el joven capitán Julio Argentino Roca (1843-1914) no quiso abandonar los cañones a su cargo, a pesar de que su padre, el coronel José Segundo Roca (1800-1866), lo instó a hacerlo por estar ya definida la derrota. En 1898, su primo Ezequiel N. Paz escribió al ya presidente Roca, recordándole aquel episodio.
Roca le contestó conmovido. Le aseguró que su carta le había hecho derramar lágrimas. Refiriéndose al padre, decía: “¡Pobre mi viejo! ¡Cuánta alegría hubiera experimentado, no digo al verme presidente por segunda vez, en esta tierra donde es tan difícil mantenerse por mucho tiempo en la cureña, sino cuando fui general a los 31 años, sobre el campo de batalla! Su alma de soldado se hubiera estremecido de satisfacción y de contento”.
Sobre los recuerdos de Pavón, los confirmaba. “Yo fui efectivamente el único oficial del Regimiento Santa Cruz que salvó sus piezas y el último que se retiró del campo de batalla”. Su padre se acercó a decirle que lo siguiera, puesto que todo estaba ya perdido. Esto mientras “las balas silbaban, las guerrillas porteñas seguían avanzando y atrás de ellas se veían las masas negras de los batallones enemigos que avanzaban también”. Pero, “yo le había tomado mucho cariño a mis dos cañones. No los quería abandonar y le contesté lo que tú dices al pobre viejo, con quien me reuní más tarde en el monte de Flores”.
Terminaba: “Puedes ahora jactarte, mi querido Ezequiel, de haber hecho sentir intensamente, entristecerse y hecho llorar a un general de la Nación y a un político forjado a golpes de martillo, y en el que parecían haberse agotado, por las miserias e inclemencias de la vida, esas fuentes de amor y ternura que hay siempre en el corazón de todo hombre…”