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DILIGENCIA. Parte frontal de un carruaje de la compañía "Iniciadoras".

Hasta Buenos Aires, en coche, tren y vapor.


Un ilustrativo testimonio de lo que era un viaje de Tucumán a Buenos Aires, en la mensajería o diligencia, en 1872, ofrece el doctor Luis F. Aráoz -quien lo realizó a los 28 años- en el libro “Del tiempo viejo”. El carruaje tirado por caballos salió de Tucumán al mediodía del 15 de mayo, y la primera parada fue en la posta de Tres Pozos.

El 16, hicieron noche en el pueblo santiagueño de Giménez, para llegar a Santiago del Estero el 17. Al mediodía del 18 siguieron viaje. Durmieron en la posta de Aispapuca. El 19, estuvieron a la orilla del río Dulce, pero no lo pudieron cruzar. Los perros se habían comido el lazo que ataba la balsa o “chata” y se la había llevado la corriente. Comenta Aráoz que los perros de estas comarcas eran “verdaderos esqueletos llenos de garrapatas”: se decía que “para poder ladrar, se recuestan o afirman en algún árbol o pared”… Dos horas después, los nadadores trajeron la balsa de vuelta. Pasajeros y equipajes pudieron cruzar entonces, y siguieron hasta Atamisqui.

El 20, el trayecto cubierto fue Atamisqui-Ojo de Agua. El 21, de Ojo de Agua a San Luis. El 22, de San Luis a Jesús María y el 23 llegaron a Córdoba. El 24, a las siete de la mañana, Aráoz y sus compañeros subieron al tren, que los dejó en Rosario a las 10 de la noche. Formaban el convoy “un coche de primera, con sofás de esterilla, uno de segunda y los demás eran vagones cargados con leña de madera dura”. Los pasajeros “éramos tres o cuatro, pues los compañeros de mensajería quedaron en Córdoba para seguir viaje después; y al decir del inglés guarda del tren, nunca había más de seis en cada viaje”. Por fin, al mediodía del 25, Aráoz tomó el vapor en Rosario y el 26 arribó a Buenos Aires.